Alfonso Merlos
Manos a la obra
Obras son amores. Y España ha de demostrar que el Consejo de Seguridad Nacional, cuya creación reciente es de extraordinaria pertinencia, tiene un sentido y una utilidad, trasciende al papel y al mero ornamento que en ocasiones acompaña a organismos en los que toman asiento representantes críticos de las más altas instituciones del Estado.
La información que revela LA RAZÓN subraya, de un lado, el interés máximo del presidente del Gobierno por reunir a quienes tienen las más elevadas responsabilidades en la salvaguarda de la defensa patria, y de otro, la voluntad clara y firme del Rey de presidir siempre que le alcancen las fuerzas las deliberaciones de las que emanará la puesta en práctica de decisiones –tácticas y operativas– que ayuden a que los ciudadanos estemos más seguros.
El propio carácter transversal de los integrantes de este tanque de pensamiento y acción –desde el director del CNI al jefe del Estado Mayor de los Ejércitos– es reflejo además de una realidad indiscutible: las amenazas que encara hoy cualquier sociedad abierta y desarrollada trascienden las de carácter militar y superan significativamente las relacionadas con el terrorismo tanto de matriz etarra como islamista.
La gestión de la crisis tiene mucho que ver con las agresiones de tipo económico que nuestro país puede sufrir –como cualquier otro occidental y próspero– durante un largo tiempo. Hay nuevas formas de guerra. Enemigos que presentan una distinta fisonomía. Armas diferentes a las metralletas o los tanques: un simple ordenador doméstico o un smartphone de última generación.
En cuestión de semanas es deseable que este nuevo aparato al servicio de los intereses de los ciudadanos sirva para conseguir lo que el sabio Sun Tzu entendía como el arte supremo en todo conflicto: doblegar al adversario sin luchar.
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