Cristina López Schlichting
Marabunta
A los niños que veíamos la tele en blanco y negro, la horda de hormigas devoradoras llamada «marabunta» nos ponía los pelos de punta. Porque no imaginábamos que algo tan pacífico como una hormiga resultase letal. Pues con las administraciones pasa lo mismo, que parecen inofensivas y resultan peligrosamente voraces. Regalías, pechos y alcabalas son tan viejas como la humanidad civilizada, pero están floreciendo en estos días aciagos. Ni el «gordo» se salva de la recaudación. Este año será el último que no se pagará impuestos por lo que toque, pero a partir de enero, Hacienda se embolsará ¡un 20 por 100 del premio! Los impuestos suben por todas partes: qué decir del IBI, que está obsceno, o de la relativamente nueva tasa de basuras. Una circula con el coche con más ojos que una araña, intentando desentrañar cámaras y atisbar señales ocultas, pero parece inevitable incurrir en un exceso miserable de velocidad o de tiempo de aparcamiento, no sea que tráfico se quede sin su piquito de multa. ¿Y esos túneles urbanos, que son como gargantas de Gorgona, que te engullen para dejarte sin un duro? ¡Va una pisando huevos, con el corazón en un puño! Los últimos capítulos de la lucha entre el ciudadano y unas instituciones «locas por pillar» son las tasas judiciales y la noticia de que tendremos que declarar muestro régimen económico matrimonial ante los registradores de la propiedad, pagando por ello. La imaginación del fisco no toca a su fin: propongo un impuesto sobre el uso de los pasos de cebra y una carga para quienes disfruten del belén municipal. Con un extra para el buey y la mula.
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