Julián Redondo
«Maravillisco»
El tren inferior, bajo, un tanto Agüero; los movimientos, como descoordinados, pero infalibles: amaga por la izquierda y sale por la derecha, o viceversa. Isco tiene duende, un talento descomunal. Coge el balón y pasa algo, jugadas inesperadas, obras de arte encadenadas, prodigiosos regates y goles como el 1-0, monumento al fútbol. Disparo desde fuera del área, por encima de los tanques de Bielorrusia y ahuyentando fantasmas por la escuadra. La Selección respira. Luego volverá a centrar Juanfran desde la derecha, raso, que por arriba no hay posibilidad de tocar la pelota, y llega el gol de Busquets. Aquí manda España, la nueva, de la que aún se esperan milagros porque el pasado es leyenda. Con Isco hay presente y
futuro, es pilar básico; con él se nota menos la ausencia de Xavi; desborda, alumbra, dirige e inventa. Koke es Alonso; otro motivo para la esperanza.
El partido con Bielorrusia era algo más que un encuentro clasificatorio, era la prueba para comprobar si hay relevos y si es posible soñar con una Eurocopa o un Mundial. Palabras mayores. Mas no hay que desesperarse. El viernes Portugal sólo ganó 1-0 a los armenios; Francia empató con Albania; Holanda perdió con México... No hay rival pequeño, un topicazo como una casa; una verdad palmaria. Por eso era básico ganar y despejar el horizonte. Con garra, sin dar un balón por perdido y sin rifarlo, con ideas, velocidad, armonía y el genio de Arroyo de la Miel, la España del futuro que lidera «Maravillisco» aprobó el examen con nota. Debutaron Callejón y Morata. Renovación en marcha.
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