José María Marco
Marca España
El escenario catalán ha cambiado con la nueva actitud de Mas, forzado por la propia sociedad catalana a distanciarse de sus socios republicanos y a buscar una negociación seria con el Gobierno. Es posible que Mas, que nunca inspiró mucha confianza a nadie, tenga dificultades para sobrevivir al trance. Los primeros cien días de su gobierno sólo habrán servido para volver a la casilla de partida. También es posible que el volumen de la retórica nacionalista vuelva a aumentar. Habrá que disimular el siempre desagradable aterrizaje en la realidad con grandes frases y declaraciones campanudas acerca de lo mucho que han cambiado las cosas en Cataluña, la nueva etapa que se ha abierto estos años en la construcción nacional, la irreversibilidad del camino recorrido, etc., etc., etc.
El Gobierno hará bien en seguir su línea de trabajo, sin necesidad de responder a esto que se mueve entre la provocación y la propaganda interna para restañar las vías de agua. Lo importante es salvar la economía de Cataluña (salvarla de los nacionalistas, en buena medida, aunque esto no sea necesario decirlo demasiado alto), limar la cuestión del déficit sin dar pábulo a la idea de que se favorece a unas autonomías sobre otras y, a más largo plazo, encontrar un nuevo sistema de financiación, racional y equitativo.
Del lado no nacionalista, también sería interesante haber aprendido algo de la efervescencia de estos meses en lo que concierne al conjunto de la nación. El separatismo es relativamente poco peligroso de por sí. El tiempo, además, juega en contra de los independentistas porque cada vez es más incomprensible la argumentación que hay detrás de esa posición. Poca gente entiende ya la idea de la superioridad de los catalanes o la de España como un fracaso nacional, por ejemplo. También aquí la realidad se va imponiendo contra más de un siglo de empecinamiento. Eso mismo podría llevar a quienes representan al conjunto de España y a quienes aspiran a representarlo, a plantearse un nuevo acercamiento a la realidad española: realidad plural, compleja, diversa, pero también difícil de discutir en su vigencia y su proyección, extraordinarias las dos. La famosa marca España está también por construir, en parte, desde dentro, dejando atrás planteamientos que, como los de los independentistas, están disolviéndose bajo nuestros ojos. Lo peor del secesionismo no es la promoción de las identidades locales. Es su trabajo de debilitamiento de la dimensión y la fortaleza de un país en el que cabe todo el mundo siempre que respete la Ley.
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