Carlos Rodríguez Braun

Más que una moneda

Durante los años de la burbuja y la idolatría del euro, la consigna universal de la corrección política era: «más Europa». Esto significaba más intervencionismo y más poder para la política y la burocracia de la UE. Eran tiempos felices, y daba la sensación de que nadie padecería ante este fenómeno de redistribución y concentración de poder. Pero vino la crisis. Con ella se desató el habitual proceso político: todo el mundo eludió sus responsabilidades, empezando por el BCE, y todo el mundo procuró que el grueso de los costes políticos y económicos del desaguisado los pagara otro. Hasta ahí, todo normal. Es lo que hemos visto en España, con el bochornoso espectáculo brindado por nuestros políticos. La diferencia con respecto al pasado es el euro. Antes, al disponer de una moneda propia que manipular, nuestros gobernantes podían devaluarla y centrifugar así los costes en términos de inflación sobre el conjunto de los ciudadanos bajo la forma de un impuesto implícito y no evidente a los ojos de los contribuyentes. Ahora no pueden devaluar. Además, todas las autoridades se han comprometido a defender el euro, y han descubierto a su pesar que, como dijo la canciller Angela Merkel, «el euro es más que una moneda». Y lo es en un doble sentido: los que la usan no la pueden devaluar a placer, y tampoco pueden conseguir que los contribuyentes alemanes paguen todas las cuentas; así, las subidas de impuestos que deben acometer si no están dispuestos a bajar el gasto público son visibles y acarrean costes políticos inmediatos. A la supervisión bancaria europea aprobada en Bruselas la sucederá un fondo de garantía de depósitos y otro para la restructuración bancaria. Avisó la señora Merkel de que vienen «años difíciles y dolorosos». Esto será tanto más cierto cuanto más suban los impuestos, algo que no hará ella sino las personas a las que usted, directa y cercanamente, vota.