Julián García Candau
Meditación
Florentino Pérez acaba el año meditando. Deportivamente no ha podido celebrar las fiestas como le habría gustado. Los conflictos internos han oscurecido el panorama del club. Si en lo futbolístico no ha habido la brillantez que se le supone a una plantilla con tantas estrellas y tantos millones de inversión, en lo humano, en el capítulo de relaciones entre técnico y jugadores, tampoco ha habido nada que celebrar. Mourinho prendió fuego a la plantilla en el partido de Málaga. Dejar a Casillas en el banquillo fue más que un reto, más que un pulso. Fue, entre otras cuestiones, respuesta al presidente por no haber aceptado el fichaje de un portero, como le pidió. Florentino hizo bien al negarse porque sabía que en ello había trampa. Detrás de la contratación estaba el deseo del entrenador de ir poniendo nervioso a Casillas. Quería colocarle detrás un hombre que le inquietara y, además, que justificara su suplencia en cuanto hubiera la mínima ocasión. No ha sido necesario llegar a ello. Mourinho tomó la calle de en medio y puso al presidente en un brete.
Florentino siempre será más de los suyos y por ello, como respuesta a la actitud del entrenador, decidió hacer lo que le pedía el cuerpo, lo que consideraba que satisfacía a la parte seria del madridismo y por ello se fue al Palacio de los Deportes a solidarizarse con Casillas en el partido benéfico que organizó. Mourinho puede seguir poniendo la cara de oler a mierda de la comida navideña.
Posdata. La meditación no lleva aún a la oración y cierre.
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