Alfonso Ussía
«Meldonium»
No supero la decepción. Desde que el pasado martes supe de la catástrofe, la tristeza ha acumulado en mi ánimo todos los pesares posibles y probables y se han convertido en una pesada duna que a todas partes me acompaña. La culpa la tiene el «Meldonium» y los tiquismiquis de los chisgarabís que mandan en el tenis internacional, que caprichosamente, desde el 1 de enero de 2016, consideran al «Meldonium» una sustancia perniciosa, tramposa y prohibida de ingerir por las diosas. El 31 de diciembre de 2015 el «Meldonium» estaba bien, y veinticuatro horas más tarde, ya estaba mal. Esas cosas no se hacen. Por desgracia, el 26 de enero, en el Abierto de Australia, María Sharapova repartió por su maravilloso cuerpo de gacela siberiana una pequeña dosis de «Meldonium» y dio positivo en un análisis de la Agencia Mundial Antidopaje.
El uso del «Meldonium» se generalizó hace decenios en la URSS y siguió consumiéndose en la nueva Rusia. Era conocido como «el medicamento que lo cura todo». El que escribe está como está porque no ha tomado jamás ni una mínima dosis de «Meldonium», de libre adquisición hasta el 31 del pasado mes de diciembre. Un laboratorio muy recalcitrante de Colonia, descubrió que la sustancia en cuestión influía positivamente en el metabolismo energético de los deportistas, mejoraba la resistencia de sus organismos, los protegía del estrés y mejoraba la actividad de su sistema central. Se recetaba asimismo para prevenir infartos y anginas de pecho. Un medicamento completo y muy recomendable.
María Sharapova lo consumía desde el año 2006, cuando era un producto plenamente autorizado. Y por 26 días de descuido, un error que tiene cualquiera, puede ser sancionada de por vida por tramposa. María, que es siberiana y sabe enfrentarse a las inclemencias extremas, ha dado la cara y solicitado perdón por su grave error. Y yo, desde las páginas de LA RAZÓN, acepto sus disculpas y perdono su despiste. Faltaría más. No se puede abandonar a una mujer de su categoría por un «Meldonium» de más o un «Meldonium» de menos. España y yo somos así, señora.
Apartar a María Sharapova de la competición, es más que una contrariedad estética. Se trataría de una pérdida irreparable. A mí me pasó lo mismo con el «Optalidón», que pasó de ser el remedio contra las jaquecas a un medicamento considerado de gran peligrosidad. En algunas, muy pocas farmacias, siguieron vendiendo bajo cuerda el «Optalidón» y reuní una considerable remesa que guardé como un tesoro. Y al primer síntoma de dolor de cabeza, me tragaba una grajea del peligrosísimo específico, y aquí estoy. El tenis, sin María Sharapova, pierde una buena parte de su atractivo. Esas piernas interminables llevando de un lado al otro de la cancha a ese prodigio rubio y sonoro no admitían comparación alguna con las de otras jugadoras. Menos mal que surgieron las de Garbiñe Muguruza, a quien entrego desde este momento todo mi corazón tenístico. Ya lo tenía, pero ahora le reitero el ofrecimiento.
El maldito «Meldonium» no me va a apartar del tenis femenino. Por otra parte, nuestra Carla Suárez ha principiado su justa presencia entre las grandes con su juego valiente y elegantísimo. Pero lo de María Sharapova es un chasco. Para mí, que ingería «Meldonium» para prevenir episodios vasculares. Su padre había dejado de viajar con ella, y María, que es muy familiar, temía que la melancolía le colapsara el corazón. Porque no es una tramposa. Tomaba lo que estaba permitido hasta el 1 de enero. Me siento desdibujado de ánimo. Garbiñe, cuidado con el «Meldonium» que no estoy para más disgustos.
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