Pedro Narváez
Meldonium para Rivera
Las grandes gestas deportivas yacen ya embarradas en la corrupcion del «doping». Faltaba Sharapova, que en el imaginario era también un semáforo con faldas a la luz de la televisión. El machismo, según el lenguaje nuevo de los académicos del cambio, se enamoró de ella. Sharapova estaba enganchada al Meldonium, como el LSD para la generación de los setenta pero del siglo XXI, algo que había que probar para estar a la altura de las circunstancias. El deporte se ha convertido en una religión peligrosa, tanto que los políticos que salen a correr con fotógrafo tendrán que hacerse la prueba para que la ciudadanía no sospeche antes de que se pregunten cómo aguantan la cansina maratón de la campaña perpetua.
Sánchez intentó encestar un tiro libre. Rajoy está en cinta, en la de correr. Y Rivera, el atleta alado, de entre los protagonistas de esta nueva fase, sabe lo que es aguantar la respiración hasta la victoria final. No queda mucho para que el tiro al pichón no sea sólo «hobby» de los populares y los podemitas, afortunadamente fracasados, sino también de sus actuales socios socialistas cuando descubran que más que pichón aspira a ser mirlo blanco con el Meldonium de este nuevo tiempo dopado. Si Sánchez pensaba que se había librado de los puñales más vale que entre en el ministerio del tiempo. Ya no hay candidato y Rivera ha dado un paso atrás y otro hacia adelante. Ya saldrá él cuando la carrera llegue a su fin con un amargo «match point». En Ciudadanos también sueñan con ser presidentes como los que juegan a la lotería primitiva, con un yate en el Caribe. Que al final el dedo del destino los señale con la pereza de sus cuarenta diputados y se despierten en Moncloa con los Hugo Boss planchados en el vestidor.
Nos han engañado con un «pacto del abrazo» de muchos folios del que no leyeron la letra pequeña. Consumado el veto al presidente en funciones, no era posible sentar a Sánchez en la Moncloa si no contaban con la abstención de los independentistas, la línea roja de Rivera, sobre el que no hay duda de su respeto a la Constitución, pero sí otras sobre si al cabo lo que pretendía era, como un buen nadador, aprovechar la ola cuando subían la mareas. Como Sharapova, PSOE y C’s inflaron su potencial gimnástico para dar espectáculo, nos hicieron perder el tiempo, porque no necesitaban sólo de Podemos como en el debate rogaba Sánchez, sino del largo etcétera de ERC, Democracia y Libertad y el PNV, y doparon sus siglas para parecer ganadores.
La semana del Meldonium terminó y resulta que tras la resaca todos los caminos conducen a la cinta de Rajoy para desandar lo andado y regresar al kilómetro cero. El beso de Iglesias resultó ser más casto que aquel abrazo en el que la mentira encamó una ilusión perdida. Toca estar sobrios, pero no lo parece. El nuevo Congreso no sabe si es de los diputados, de las diputadas o los diputades, de Sus Señorías o Sus Señoríos. Pero ahí estarán los Ciudadanos y Ciudadanas para dar ejemplo.
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