Historia

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Memoria femenina

La Razón
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Decía Coco Chanel que la memoria es femenina, y seguramente tenía razón. Resulta descorazonador la poca memoria que tiene la Historia que, a estas alturas, desconozco si es femenina o masculina. Amnésica, seguro. Y frágil, también. A la Historia le flaquea la memoria, aunque no algunas reminiscencias. Es increíble cómo las calles de una parte del mundo se mimetizan con las calles de la otra parte, desafiando los parámetros de tiempo y espacio, para mostrarnos cómo algunas víctimas de hoy se asemejan a otras víctimas del pasado. Paola Ramírez tenía 24 años cuando una bala en la cabeza terminó con su vida en la Plaza Las Palomas. La imagen de su cuerpo y su mirada sin vida sobre el asfalto de una calle de Caracas recordaba dolosamente a la imagen de Shaimaa el Sabag, la activista asesinada en las calles de El Cairo, en el aniversario de las revueltas que derrocaron a Mubarak en 2011. Y la imagen de Shaimaa evocaba la de Suada Dilberovic, la estudiante de medicina de 23 años abatida en Sarajevo horas antes del inicio de la guerra de Bosnia. Hace unos días, un violinista venezolano de 17 años, Armando Cañizales, murió de un tiro en la cabeza durante una manifestación antigubernamental. Si será frágil la memoria de la Historia que aún siendo la víctima 34, alguna batuta insigne pareció enterarse entonces de la represión mortal que vive su país.

La Historia parece escribirse a golpe de macabros déjà vu. En 1989 hubo un hombre del tanque en Tiananmen. En 2013, otra imagen similar nos presentaba al hombre del tanque en Egipto, probablemente en Ismailya, y hace unos días el hombre se transmutaba en mujer en las calles de Venezuela. Cuando la historia se llena de mártires, las calles suelen llenarse de muertos. Y es entonces cuando la historia se obstina. Estamos en un círculo vicioso donde los tiranos se repiten y sus víctimas también. Pero por mucho que la historia se remache, no parece dejar poso. Nos falla la memoria. O quizá se trate de lo que nos dijo Borges: «Resista al mal, pero sin asombro y sin ira. El rencor es una malversación de la memoria». Por malversar, nos malversan hasta la memoria, nuestra particular fábrica de recuerdos.