Alfonso Ussía
Mensaje, mensajitos y mensajetes
Desde que el Rey lo es de todos los españoles, su Mensaje de Navidad es seguido y analizado por todas sus esquinas. Sus obligaciones constitucionales le impiden, en ocasiones, manifestar sus opiniones personales, que serían mucho más interesantes. No obstante, se equivocan los que piensan que el Rey es ajeno a la redacción del texto. Un texto que pasa por muchos ojos hasta que es aprobado definitivamente. El Rey es el único español que no puede hacer uso de su libertad de expresión y de opinión públicamente. Pero en circunstancias difíciles se ha impuesto a las azucaradas prudencias políticas, sorprendiendo a propios y extraños. Agonizaba el año 1987. La banda terrorista ETA nos asesinaba un día sí y el otro también. La Conferencia Episcopal Española emitía mensajes ambiguos y blandos. No deseaba enfrentarse a uno de sus componentes, el entonces Obispo de San Sebastián, José María Setién, claramente posicionado del lado de los verdugos y frente a las víctimas, a las que despreciaba.El Rey metió mano en el texto: «Y la cobarde agresión en la convivencia que es el terrorismo, ha de unirnos más todavía en la defensa de esa paz deseada. No debemos mostrar ni debilidad, ni temor, ni duda, para rechazar con decisión a quienes hacen correr la sangre de los españoles víctimas de sus atentados criminales, y también a quienes los amparan, disculpan o justifican, cualesquiera que sean sus posiciones políticas, sociales o religiosas». Esas palabras pronunciadas por el Rey, sirvieron para que muchos obispos cambiaran de actitud y superaran la mansedumbre que les imponía el influyente prelado de San Sebastián. En lo que respecta al Mensaje de este año, he echado de menos una mayor contundencia contra los traidores que quieren amputar ilegalmente el mapa de la nación en la que reina, pero me temo que esa medida le ha sido marcada por el Gobierno, para nada proclive a las manifestaciones rotundas.
Lo curioso del caso es que el Mensaje del Rey en Navidad, tan criticado y obviado por muchos dirigentes políticos, ha producido unos celos en esos mismos dirigentes, presidentes autonómicos y hasta alcaldes, que la Navidad se ha convertido en un batiburrillo de mensajitos y mensajetes difícilmente compatibles con el turrón. El Mensaje del Rey, con mayúscula y en singular, ha dado paso a toda suerte de mensajitos y mensajetes de presidentes autonómicos y alcaldes absolutamente innecesarios. A eso se le llama pelusa. Al paso que vamos, muy pronto pronunciarán su mensaje de Navidad los presidentes de las comunidades de propietarios y las presidentas de las asociaciones nacionales, autonómicas, locales y parroquiales de las Amas de Casa o de las «oenegés». Es decir, que alguna importancia tendrá el Mensaje del Rey para que todos intenten copiar su formato y su influencia social.
La ironía es muy peligrosa en la política. Lo cierto es que el uso de la ironía es peligroso siempre. Si el Rey, en la próxima Navidad, se dirige a los españoles desde la cabina de un helicóptero, el alquiler de helicópteros por parte de presidentes autonómicos y alcaldes podrá experimentar uno de los momentos más dulces y beneficiosos del sector helicopteril. El Mensaje del Rey lo siguen millones de españoles, y lo comentan, lo aplauden o lo critican negativamente. Los mensajitos y mensajetes no interesan ni a los familiares de los protagonistas. Ridícula vanidad.
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