Restringido
Mentiras patológicas
He tenido la oportunidad de hablar estos días con algunos catalanes, gente corriente y buena que, independientemente de su preferencia de voto, tienen en común una percepción del proceso independentista que llama la atención. La mayoría está convencida de que no va a ocurrir nada, sea cual fuere el resultado. Creen que se trata de un proceso de presión en una negociación que tiene de fondo la financiación. Incluso alguno opina que un Gobierno catalán fuerte con posiciones independentistas viene bien para sacar mejor rendimiento en el eventual tira y afloja con el Gobierno central.
Sin embargo, la realidad es muy diferente. Aunque probablemente todo empezó como una estrategia, más electoral que financiera, de enfrentamiento político entre la Generalitat y el Gobierno de España, un pulso en una negociación, pronto pasó a ser una cuestión emocional.
Cataluña se ha convertido en la sede de la colisión de las declaraciones de principios generales. Nadie se ha puesto a pensar seriamente en las consecuencias de la independencia; todo se ha convertido en una suerte de improvisación casi diaria en la que las conclusiones nacen directamente de las declaraciones de principios y se busca la justificación de las ideas a cualquier precio, incluso el de la verdad.
Pepe Borrell ha publicado un magnífico libro: «Las cuentas y los cuentos de la independencia». En él, de manera solvente y seria, como tiene acreditado en su larga carrera profesional, desmonta una a una las suposiciones y chuscas hipótesis defendidas por el sr. Mas y el sr. Junqueras sobre la relación económica de Cataluña con el resto de España. La conclusión es que el independentismo a partir de su principio general, separarse del resto de España, ha construido su argumentación sobre una estructura de mentiras casi patológicas que, cuando se desarma racionalmente, se queda sólo en un halo de frivolidad.
El último asunto en esta línea es la carta del sr. Mas a los pensionistas catalanes. Sin duda, los separatistas no han perdido un minuto en elaborar modelos econométricos y a estudiar las consecuencias en la vida diaria de millones de personas de la realización de sus bajas pasiones. El sr. president argumenta que los pensionistas seguirán percibiendo su pensión porque el Gobierno de España estará obligado a pagarla. El argumento se basa en el derecho adquirido, que efectivamente tienen, por las cotizaciones de cuando eran trabajadores en activo.
Lo que olvida decir el sr. Mas es que el sistema funciona porque los cotizantes actuales sostienen las pensiones de los que ya se jubilaron. Es decir, obvia decir, quizá porque ni siquiera se le ha ocurrido realizar un mínimo cálculo, el riesgo de quiebra que supondría para la caja del sistema que podría poner en riesgo todas las pensiones, aquellas y éstas, y que al final redundaría en un esfuerzo de cotización mucho mayor de los trabajadores activos catalanes respecto al resto. Se les olvida a todos que el 80% de los catalanes no quiere renunciar a ser español y que, en esa lógica, se encontrarían con un Estado con un 80% por hombres y mujeres de nacionalidad española, lo que generaría una situación inédita en materia económica, de prestaciones, además de convertir en absurda la proclamación de un Estado independiente.
La gente es mucho más normal que todo eso: se levanta por las mañanas intentando encontrar o conservar un empleo, preocupados por el colegio de sus hijos, por la atención médica si la precisa y por asegurarse una pensión digna que le permita disfrutar después de haber dado mucho de sí mismos durante toda la vida. También la gente normal se enfada cuando las cosas van mal, cuando el empleo no llega, cuando hay menos becas y es más duro afrontar los 650 euros de cada hijo en edad escolar. Se asquean de los que les decepcionan cuando aprovechan sus responsabilidades para corromperse y se desesperan cuando las expectativas puestas en un gobierno no se cumplen. En definitiva, la gente normal quiere certezas y tiene aversión al riesgo; sólo necesita soluciones a sus problemas y retomar sus objetivos vitales.
Por eso, los independentistas no tienen derecho a jugar con la vida de las personas, a confundir y a no medir las consecuencias de sus actos.
El sr. Mas debería pensar si para seguir con su aventura merece la pena quebrar la caja del sistema de pensiones, en si realmente quiere un Estado independiente catalán habitado en un 80% por nacionalizados españoles y, sobre todo, debería aprender a medir las consecuencias sobre la vida de la gente y no limitarse a justificar sus decisiones basadas en sus propios principios generales.
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