Ángela Vallvey

Mentirijillas

El Comité Olímpico Internacional fue fundado por el barón Pierre de Coubertin, un francés que practicaba el «cristianismo muscular»: creía que el deporte y la higiene refinan el espíritu. El COI, desde su fundación a finales del siglo XIX, posee el patrimonio de un mosqueante intangible denominado «el espíritu olímpico». Una juraría que tal «espíritu olímpico» tiene relación con temas como «valores, principios» y toda la pesca. Sin embargo, sorprende la altísima capacidad demostrada por los miembros del COI para enredar. Al parecer, en 2009 Michelle Obama defendía en Copenhage la candidatura de Chicago y varias decenas de miembros del COI le prometieron votar por la ciudad norteamericana. Sin embargo, cuando llegó la hora de la votación, Chicago recibió menos de la mitad de los votos «prometidos». Con Madrid, este año, ha ocurrido también: la candidatura española había recibido «promesas de voto» y se ha encontrado con menos votos que nunca. Conclusión: la mayoría de los miembros del COI mienten. Mucho. Bastante a menudo. U ofrecen lo que luego no cumplen. Se escudan en el secreto de sus votaciones para forjar manejos detrás de los cuales existen incentivos que desconocemos. Mentir, el vicio maldito del que hablaba Montaigne, el desliz en contra de la función comunicativa del habla, es una cosa feísima. El dopaje también es una falsedad que trabaja contra la exigencia moral del llamado «espíritu olímpico». El miembro del COI que compromete su voto y luego lo escamotea no es el médico que le miente «por humanidad» a su paciente, enfermo terminal. Y da la impresión de que mal puede luchar contra la hipocresía del dopaje quien practica la mentira como una disciplina deportiva más: entrenando duro y batiendo plusmarcas en el terreno del fingimiento, la doblez y el disimulo. (¡Ay, si Monsieur de Courbetin levantara la cabeza!...).