César Vidal

Mi amiga farmacéutica

Las fiestas han concluído y aunque la gente que te felicita cada año varía, existen también los de siempre. Por ello, me extrañó que entre ellos no se encontrara una amiga de tiempo. Le envié un sms interesándome por ella y, a los pocos minutos, sonó mi teléfono. «Hola, César», dijo una voz cansada, «perdona que hace tiempo que no sepas de mí, pero es que lo estoy pasando muy mal». «Sólo quería saber si te sucedía algo», la interrumpí. «Estoy fatal», me respondió en un tono situado más allá de la pesadumbre, «llevo con la farmacia cerrada cinco meses...». «¿Qué?», pregunté sorprendido, «¿el Gobierno de Mas no nos os ha pagado todavía?». «No pagan a nadie, César», me respondió, «a mí dejaron de abonarme las medicinas y no me quedó más remedio, tras comerme los ahorros, que cerrar la farmacia. Uno de estos días me quitarán la licencia porque no puedo estar así indefinidamente». «Pero... ¿cómo es posible?», balbucí, «si no han dejado de aumentar el déficit... pero ¿en qué se gastan el dinero?». «En los suyos. En ellos llevan años empleándolo», me responde abatida, «los casales en el extranjero, las subvenciones a la Prensa, las embajadas en el extranjero, los mil y un pesebres... yo lo que sé es que llevo casi medio año sin que entre un céntimo en casa y tengo que dar de comer a dos criaturas y hasta he caído enferma». «¿Qué me estás diciendo?», exclamo. «El estrés mata», me responde, «a unos farmacéuticos les ataca el corazón o el estómago o la tensión. A mí me ha provocado una afección de la piel y me están inflando a corticoides. Si me vieras, no me reconocerías porque soy una bola». Mi amiga ha sido siempre una mujer atractiva y escucharla me causa un pesar indecible. El nacionalismo catalán no sólo ha causado su ruina económica. También ha destrozado su salud y quizá se la acabe llevando a la tumba por lo que me sigue contando. A estas alturas resulta obvio que prefiere cerrar quirófanos, dejar de pagar las a farmacias o suprimir el dinero de las residencias de ancianos antes de disminuir el inmenso número de pesebres creado en décadas de despotismo. La solución legal sería intervenir sus cuentas y acabar ya con infinidad de situaciones semejantes a las de mi amiga. No me hago ilusiones. Así seguirá todo mientras a más y más gente se le hincha una parte del cuerpo que, gracias a Dios, no se ve afectada en ella.