Julián Redondo

Misterio

La Razón
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Con la excusa del partido Atlético-Deportivo, el pasado 30 de noviembre, entre las ocho y media y las nueve de la mañana, en torno a 200 trastornados quedaron en las inmediaciones del Vicente Calderón para zurrarse, sin medir las consecuencias. Utilizaron en la reyerta bates de béisbol, barras de hierro, cuchillos, navajas, tenedores de algún bar abierto para los desayunos, sillas, mesas, mobiliario urbano, ramas... Con semejante arsenal entraron en acción: ultras atléticos contra radicales deportivistas. Unos y otros recibieron apoyo de otros aficionados de su calaña y afines a sus vergonzantes ideas, antagónicas y extremas en cada caso.

Cuando acudió la Policía a disolver a los aliens del Frente Atlético y de los Riazor Blues, lo peor que podía suceder ocurrió: uno de los pandilleros estaba prácticamente muerto. Al rescatarle del Manzanares, en esa fría y gris mañana de invierno, aún respiraba; pero estaba herido de muerte por sendos trompazos en el bazo y en la cabeza, heridas mortales de necesidad, y una severa hipotermia tras pasar cerca de media hora en el agua. Francisco Javier Romero Taboada, el tristemente famoso Jimmy, falleció en el Clínico. Hubo once heridos y 82 detenidos.

Reunida de urgencia la Comisión Antiviolencia, propuso multas de 60.001 euros para cada uno de los arrestados im- plicados en la batalla.Todavía hoy no hay constancia de que la Delegación del Gobierno haya cursado las sanciones. Pasó un tiempo y fueron detenidos cuatro miembros del Frente como posibles autores del asesinato. Tras cinco meses en chirona, un juez decretó su excarcelación. No fueron ellos. Nuevas pruebas revelan que quienes apalearon a Jimmy y lo tiraron al río figuran entre los que han caído en la redada de la tercera fase de la investigación, pero son menores y las verificaciones no son concluyentes. Siete meses después, persiste el misterio del asesinato del ultra grabado en Madrid Río.

Ya es triste que tuviera que morir Jimmy para que los campos de fútbol españoles sean más seguros e higiénicos. No hay peleas ni radicales que se citen para apalearse y los cánticos ofensivos son castigados con mano de hierro.