Julián Redondo
Modelo nacional, envidia global
En el planeta fútbol el nombre de España genera respeto, envidia y veneración, por sus éxitos y por su apuesta por el buen gusto. La admiración que despertó el Real Madrid en el siglo XX con siete Copas de Europa se extendió en el XXI cuando el Barcelona, primero con Rijkaard y después con Guardiola, asombró con una manera tan sutil y bella de jugar que contagió a la Selección. Y ya no fueron madridistas y barcelonistas, afortunados además con fichajes extraordinarios de reconocida fama universal y receptores del maná mercadotécnico, los embajadores exclusivos de un modelo de fútbol lanzado a la conquista de Asia, sino también la variedad de tiquitaca implantada por Luis Aragonés y enriquecida por Vicente del Bosque. El resultado de la transformación, dos campeonatos de Europa de selecciones y el hito, el Mundial de Suráfrica.
El fútbol español está de moda. Domina con las selecciones y con los clubes. También presenta credenciales con la Sub-21, proclamada el año pasado campeona continental en Israel. España ha ganado el título europeo en todas las categorías. En el capítulo de selecciones, desde la de Vicente del Bosque hacia abajo, distribuye un estilo inimitable con sello propio. Todo lo cual engrandece la Marca España, enriquecida con récords balompédicos colectivos e individuales, a los que sólo falta añadir un Balón de Oro nacional porque Messi y Cristiano, estrellas de la Liga, los acaparan.
Precisamente en el capítulo abierto por los clubes la semana ha sido pródiga en satisfacciones. El Madrid volverá a jugar la final de la Liga de Campeones doce años después, y tras cuarenta años el Atlético ha alcanzado ese honor. El 24, en Lisboa, por primera vez en la historia dos equipos de una misma ciudad lucharán por el cetro. Dos equipos madrileños, Cibeles y Neptuno, dos equipos españoles que han salido fortalecidos de sendas semifinales contra dos adversarios colosales. El Madrid endosó un 5-0 global al Bayern de Múnich, vigente campeón de Europa, y el Atlético un 1-3, tras el 0-0 del Calderón, en Stamford Bridge al temido Chelsea de Mourinho. Pero hay más, quiso el sorteo emparejar en semifinales de la Liga Europa al Valencia y al Sevilla. El 14, en Turín, será el equipo andaluz el que compita por el trofeo con el Benfica portugués.
Los éxitos se acumulan, los títulos pueblan las vitrinas del fútbol español; en rincones perdidos de África hay niños que muestran orgullosos la camiseta azulgrana de Messi o la blanca de Cristiano. Mas no es oro todo lo que reluce. Sí en la Federación Española, que ha encontrado una mina con la Selección y ha vuelto a cerrar el curso con superávit. En el otro extremo, los clubes integrados en la Liga de Fútbol Profesional. Su deuda está cifrada en 3.800 millones de euros. Hay morosidad con la Seguridad Social (16,6 millones) y con Hacienda (506 millones), que cada año rebaja la cifra en torno a los cien millones después de haber llegado a un acuerdo con la LFP y sus asociados, comprometidos a abonar una cantidad que, de no cubrirse, les impediría hacer fichajes e incluso podrían perder la categoría.
Si no fuera porque a pesar de la secular mala administración económica, de los excesos, se ha trabajado muy bien con las categorías inferiores y se han levantado excelentes instalaciones, lo que ocurre podría interpretarse como un milagro. Con semejantes números rojos, alardear de buena salud sería una insensatez. Sólo el Madrid y el Barcelona, que generan más de 500 millones anuales de ingresos, pueden permitirse mejorar la plantilla año tras año. El resto está condenado a vender para sobrevivir. Llama la atención que la deuda del Atlético ronde los 450 millones y aspire a ganar la Liga y la «Champions». El dato que le favorece es que cada curso cumple lo estipulado con Hacienda y que la buena marcha del equipo dirigido por Simeone le permite generar ingresos que alivian su precaria economía. Y, como el resto, exceptuados los dos «grandes», su destino es vender a las figuras.
No obstante, la Selección, el Real Madrid, el Atlético, el Barcelona o el Sevilla alimentan la leyenda deportiva de la Marca España con resultados y éxitos incuestionables. En fútbol ya no es sólo un país importador; exporta calidad, abastece a las mejores ligas europeas con jugadores de primera fila y entrenadores cualificados. España es un modelo y lo enseña.
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