José María Marco

Movimientos socialistas

En el cónclave socialista del pasado fin de semana, Rodríguez Zapatero habló de la necesidad de reconocer la «singularidad» de Cataluña. Tal vez no era el mejor momento ni el mejor lugar para recordarlo. El PSOE andaluz, bastión principal del socialismo español, tiene por el momento cosas más urgentes que hacer que afrontar la cuestión catalana. Probablemente también era, por parte del ex presidente del Gobierno, una forma de compensar el paso dado por los socialistas catalanes, con Pere Navarro al frente, al descolgarse del referéndum secesionista.

La nueva posición del PSC está lejos de haber consolidado una nueva estrategia. Ahora bien, por muy precaria que sea y por mucho que el nacionalismo catalanista siga impregnando las filas dirigentes del PSC, esta posición supone una novedad relevante en el panorama político catalán. El socialismo le ha dado al nacionalismo toda su verosimilitud. Sin él, la deriva secesionista del nacionalismo se agota pronto en una gesticulación populista. Y si el PSC mantiene su posición, los nacionalistas «moderados», es decir los que no desean pasar a la marginalidad o continuar en ella, tendrán que optar por desmarcarse ellos también de la carrera al precipicio. El nacionalismo pasaría a ser una propuesta política relevante, pero no una amenaza para el resto de España (y para el resto de la UE, algo que se suele olvidar).

Este cambio en el PSC ha coincidido con la consolidación del liderazgo de Susana Díaz en el PSOE andaluz. La presidenta de la Junta de Andalucía no parece dispuesta a renovar el régimen de poder en la comunidad, algo imprescindible por muchas razones, desde las cifras del paro hasta los datos sobre una corrupción abrumadora. Es posible que si amagara con hacerlo perdiera todo su carisma entre las filas socialistas. Aun así, ha conseguido, por el momento, consolidar una imagen de unidad. De fondo, empieza a divisar el liderazgo nacional y el final de la interinidad con que ha salvado la situación el actual secretario general. Tal y como se complació en recordar Rodríguez Zapatero en Granada, las contradicciones de este PSOE con nuevos protagonistas son considerables. La «singularidad» de Cataluña pondrá a prueba toda la capacidad de negociación, la resistencia y la imaginación de Susana Díaz y su grupo. El hecho, sin embargo, es que parece empezar a esbozarse un socialismo que deja atrás las veleidades autodestructivas de la etapa anterior y quiere tantear un terreno más sólido. Queda por ver si también quiere olvidarse del izquierdismo infantil. Esto, por el momento, resulta más difícil.