Reyes Monforte

Muerte de un poeta

La Razón
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El ruido de estos días ha acallado historias que merecen una ola de solidaridad mundial similar a la que llevamos viviendo desde hace doce días. Ashraf Fayadh es un poeta palestino condenado a muerte por la justicia saudí la cual considera que ha renunciado a islam en sus libros, promoviendo el ateísmo y pensamientos destructivos en la sociedad. Hace un año fue condenado a cuatro años de prisión y a recibir 800 latigazos, pero tuvo la osadía inaceptable de recurrir la sentencia y ahora la Justicia le condena a muerte. La activista Mona Kareem ha denunciado que la justicia saudí utiliza el islam para frenar la libertad de expresión. Es curioso, mientras Arabia Saudí condena a muerte a un poeta por su obra, en su territorio siguen creciendo las cuentas de Twitter en apoyo a ISIS. Las palabras de un poeta se consideran una amenaza mayor que la estimación de que 29 millones de personas en el país apoyen a Estado islámico. «Los escritores son peligrosos para las dictaduras porque trabajan con palabras y éstas, a su vez, pueden transmitir ideas». El poeta ruso Ósip Mandelstam sabía de lo que hablaba. Stalin, en sus genocidas delirios de grandeza, acusaba a todo artista que no alabara lo suficiente su figura de personalista, individualista, formalista, contrarrevolucionario y enemigo del pueblo. A Mandelstam su poema «Epigrama contra Stalin» le costó la vida, previo paso por el gulag. Nunca lo escribió, prefirió memorizarlo y sólo recitarlo en ocasiones especiales. En una de ellas, alguien lo trascribió y lo entregó a las autoridades. Al parecer, al «montañés del Kremlin» le disgustó un verso: «Sus bigotes de cucaracha parecen reír». Durante el Gran Terror Rojo no existían las redes sociales ni la omnipresencia de los medios de comunicación. Pero hoy no puede justificarse el autismo mundial. Esperemos que dentro de 26 días, cuando concluya el plazo para apelar la sentencia, no resuenen las palabras de Nadia, la viuda de Mandelstam: «La muerte de un artista no es el fin, sino su último acto creador».