FC Barcelona

F. C. Barcelona

Muerte súbita

La Razón
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El Barça viajó a París, visitó la Torre Eiffel y se quedó atrapado en el ascensor. El que estuvo en el Parque de los Príncipes no era él. Ni su sombra. Quienes dominan, abruman, atosigan, apabullan y acongojan, sólo ellos, explican lo inexplicable. Le arrinconó el PSG y, colgado de sus barbas, le empequeñeció, le superó, le desarboló, le desquició, le fustigó y le venció sólo 2-0 antes del descanso porque Ter Stegen optó por la versión sublime con un par de despejes excepcionales y varias acciones escalofriantes. Junto a algunos chispazos de Neymar, parecía el único tripulante de la nave azulgrana que se mantenía en su puesto sin izar bandera blanca al grito de sálvese quien pueda.

Emery, que sólo en uno de 23 partidos había conseguido la victoria frente a este adversario de pesadilla, sorprendió, o tal vez no, a Luis Enrique con una presión alta tan vertiginosa que le desencuadernó el equipo. Ni arriba ni abajo ni en medio. No salía de su campo, no podía. Se quitaba la pelota de encima, ¡el Barcelona!, y ni siquiera Messi era capaz de combinar con alguien que llevara su color de camiseta. El desastre, no obstante, concluyó con esa diferencia, exigua en el marcador y abismal sobre el tablero de la partida, entre dos contendientes desiguales y con la ventaja establecida por Di María –el 1-0, de falta– y Draxler –el 2-0, de lujo–.

Apoquinado continuó el Barça cuando comenzó el segundo tiempo. No había más color que el francés ni más portero en apuros que el témpano Ter Stegen. Era un partido para valientes y el PSG tomó la iniciativa desde el principio. Qué lejos, en las antípodas, estaba el Barcelona del que metió media docena de goles al sufrido Alavés apenas cuatro días antes.

Incomparables rivales. No es lo mismo jugar mirando al tendido que buscar la pelota sin orientación, recursos ni ritmo con el otro respirando en tu cogote. Así llegó el tercero, otra vez Di María, y el cuarto de Cavani en plena descomposición azulgrana.

Enamoraba con su fútbol, con su velocidad y con su precisión el PSG de Emery; defraudaba el Barcelona, tan herido de muerte que no cabe pensar en un milagro, atrapadocomo está en el ascensor de la Torre Eiffel.