Cristina López Schlichting

Mujeres contra el aborto

La gran mentira del abortismo es su identificación con la causa de la igualdad de la mujer. La que pare no sólo protagoniza un hecho personal, además funda una familia y aporta una persona a la comunidad; por esa razón es deudora de apoyo empresarial y estatal. La igualdad social pasa precisamente por la protección de la maternidad. Por el contrario, incorporar el aborto a la normalidad equivale a eludir responsabilidades, porque la madre que acepta que le arranquen un hijo de sus entrañas está sola, confusa o desconcertada, o –lo que es peor– confunde el aborto con un anticonceptivo. Claro que es más cómodo mirar hacia otro lado que poner dinero, tender la mano o acompañar. Naturalmente, hay un tipo de burguesa universitaria dispuesta a abortar con cierta frialdad, pero ésa no necesita un subsidio de todos ¿o acaso es normal que una sociedad que no cubre el seguro dental de los ciudadanos financie una sangría que la mayor parte de los médicos se niega a practicar? El debate sobre la vida estará presente hasta que el aborto sea visto como la desgracia que es y se pueda hablar libremente del trauma de la madre que ha abortado. A medida que avanzan la genética y la biología queda más patente que el feto no es parte del cuerpo de su portadora, sino un ser independiente y pleno, y en tanto que se profundiza la reflexión ética es más claro que ninguno de nosotros debe pedir permiso para nacer, que nuestro derecho a la vida es superior a la posibilidad de eliminarnos. Hay quien quiere caricaturizar el movimiento provida como una manifestación de niñas de colegio, monjas y votantes de derechas, pero eso es minimizar la muy seria pregunta sobre el significado de la vida. Isabel San Sebastián, Isabel Durán y servidora dimos en tiempos de Zapatero el paso de fundar la plataforma «Mujeres contra el aborto» y vimos con asombro cómo 50.000 mujeres añadían su firma al pie de nuestro manifiesto. Bastante duro es quedarse embarazada joven, ser abandonada por la pareja o concebir en situación de necesidad, como para, encima, tener que parir contra el consenso de los bienpensantes. El Partido Popular ha abandonado esta causa de la mujer y ha dado por buena la Ley Zapatero, con su aborto universal y libre hasta las doce semanas, pero somos muchas las que nos negamos a aceptar la definición legal –sólo vigente en España– del aborto como un derecho. La explotación del otro, su eliminación, nunca puede ser un derecho. Los hijos no son una propiedad.