Julián Redondo

Muñeca hinchable

La trascendencia de los traspiés del Madrid es directamente proporcional a la intrascendencia de los gachapazos del Atlético. Cada derrota madridista proyecta una convulsión sobre el club en todos los sectores: se cuestionan las decisiones del presidente por este fichaje o aquel traspaso; en el caso de Ancelotti, el valor de la «Décima» fluctúa entre el todo y la nada según los resultados, y en cuanto a los jugadores, la corona puede ser de espinas para quienes ya están señalados. Las veintidós victorias consecutivas huelen a rancio, como el 1-6 de la temporada pasada al Schalke, ahora que el Barcelona le pisa los talones. La goleada encajada en el Calderón es una losa, en su caso, y en el del verdugo rojiblanco, un bálsamo con un poder anestesiante que lo llevó hasta Vigo narcotizado. Un partido tan horroroso es inadmisible en un campeón. El Celta le bailó, puso la música, la bebida y los canapés, y se organizó un guateque con una muñeca hinchable. Cierto que las decisiones arbitrales le perjudicaron. No tuvo suerte con el del pito; no la mereció. El Atlético perdió en Balaídos la Liga que volvió a discutir una semana antes y parece que no ha pasado nada. Lo dijo Simeone la temporada pasada: «Es prácticamente imposible que Madrid y Barcelona pinchen al tiempo». Ocurrió una vez y el Atleti ganó el título en el Camp Nou. Superado el ecuador del campeonato, está a 6 puntos de los azulgrana, a 7 de los blancos y con 3 de ventaja sobre el Valencia. Al Atlético le pierde la autocomplacencia.