Angel del Río

«Muro de las lamentaciones»

La Razón
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El gracejo madrileño ya ha bautizado como «muro de las lamentaciones», a esos bloques de cemento situados en la Gran Vía, como frontera para la ampliación de espacio para el peatón. Aconsejo a foráneos y turistas que pretendan fotografiar estos días el Madrid navideño, que se abstengan da disparar sus cámaras en este escaparate de la ciudad, para no obtener la pobre imagen de esas barreras de hormigón antiestéticas y hasta peligrosas para la circulación de vehículos. Nunca mejor que ahora, hay que pasear la Gran Vía mirando hacia arriba, hacia las preciosas fachadas de sus edificios, con sus majestuosas azoteas, cornisas, esculturas y frontispicios, mejor que mirar el lamentable paisaje que se ofrece a ras de suelo.

«Muro de las lamentaciones», porque de este corte a la circulación privada, con barricadas de cemento, se lamentan taxistas, repartidores, conductores, y sobre todo, los comerciantes. La Gran Vía no es un bulevar para el paseo al uso, es una calle comercial, con sus establecimientos, sus cines y sus tiendas. Si la gente, que tradicionalmente la visitaba para realizar sus compras navideñas, no puede ahora llevar el coche para cargar con toda la paquetería propia de estas fechas de consumismo, se quedará en su barrio, que ya en toda la periferia hay grandes superficies y tiendas especializadas, como para no tener que ir al centro de la ciudad sin coche. Y eso lo van a pagar, como lo pagaron las pasadas Navidades, los comerciantes, a los que no se les ha consultado, ni tenido en cuenta. ¿Se les va a eximir de pagar sus impuestos por las pérdidas que van a sufrir en estos días? Me parece que no está previsto.

Con muros en la Gran Vía, restricciones circulatorias en Atocha y Mayor, calles peatonales de una sola dirección y otros inventos de la Factoría de Ocurrencias de Manuela Carmena, hoy empieza el calvario de la Navidad para moverse en coche por Madrid, porque estas medidas lo que hacen es trasladar los atascos a la frontera del casco histórico, lo que no va a mejorar la calidad del aire, salvo que la lluvia redentora alivie la contaminación.

Hoy podemos vivir otro viernes negro, pero no del consumo, sino de los conductores al borde de un ataque de nervios, que se consumirán en las retenciones. Hay quienes, a pesar de no tener especial sensibilidad por estas fiestas navideñas, arman la marimorena y hacen la pascua al resto. Ahora Madrid, más atascada que nunca, como el gobierno del mismo nombre.