Lucas Haurie

Natural y prodigioso

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Tiene 21 años. Conviene repetirlo cada tres renglones porque parece que Marc Márquez lleva ganando carreras desde que Ángel Nieto era juvenil. Pero no: cuando el zamorano llevaba una década retirado, el padre del prodigio todavía no le hablaba a la madre. Tiene 21 años, decimos, y sus plusmarcas de precocidad sólo encuentran parangón en un Rafa Nadal o en una Katie Ledecky, la nadadora estadounidense, porque nadie en el orbe domina a esa edad su deporte de la manera insultante en la que lo hace este catalán. Cuatro títulos mundiales, dos en la máxima categoría, desposeyendo a una leyenda como Freddie «Fast» Spencer del honor de ser el piloto más joven en alzarse con el título en la categoría reina. Su dominio en la temporada 2014 marcará un hito indeleble en la historia del motociclismo: diez triunfos consecutivos en los diez primeros grandes premios. Superados mitos como Doohan y Rossi, su única vara es Agostini, que logró algo similar en 1970.

Pero con ser importantes los logros, Márquez es mucho más que el piloto que ayer también se convirtió en el más joven de la historia, ¡tiene 21 años!, en lograr un bicampeonato en la cilindrada más alta. Este chico ha conseguido normalizar un mundillo que se había ido de madre con la insana competencia entre Lorenzo y Pedrosa. Mientras sus predecesores habían rebajado hasta la enemistad personal lo que no debería ser más que una rivalidad deportiva, sin ahorrarse peligrosas incursiones en las materias más sensibles de la política española y catalana, Márquez pone a todo el mundo de acuerdo: se calza el casco, felicita a los adversarios cuando pierde, celebra sin aspavientos cuando gana y no transita por peligrosos charcos. Una madura naturalidad que se agradece en un chico de sólo 21 años.