Ángela Vallvey

Navidad

El gran hallazgo de la Navidad, el secreto de su éxito milenario, es ser una fiesta destinada a celebrar a la familia. En especial a la familia de clase media, desde mucho antes de que apareciese el propio concepto. San José era un padre humilde aunque de tipo medio, porque tenía un oficio y, por tanto, un beneficio por pequeño que fuera.

La familia es el espejo de la sociedad, decía Víctor Hugo. Los imperios, las potencias, se levantan y sucumben mientras la familia continúa sobreviviendo al paso de los tiempos. Puede que haya cambiado su estructura tradicional. Donde hoy tenemos familias llamadas «disfuncionales» –poco arquetípicas–, en las que una madre soltera saca adelante sola a sus hijos, o bien un padre se encarga de los niños adoptados por la ex mujer que los dejó, etc., puede que antaño hubiese familias de las llamadas «tradicionales»: unos padres, los hijos, el abuelo y el canario (todos consanguíneos, incluido el canario). Pero eso de «tradicional» es discutible. La propia Sagrada Familia no era nada típica: un Padre adoptivo, una Madre adolescente y un Hijo superdotado. Como patrón familiar, era bastante moderno, incluso dos mil años después. Y, como todas las familias de clase media, contaba con una madre fuerte y magnífica. La familia occidental es monógama, honra a la figura de la madre y por eso no admite concubinas ni esclavas sexuales como ocurre en otras culturas. En la Navidad occidental reinan las madres desde hace miles de años porque ellas son quienes hacen posible la maravilla del nacimiento. Si una familia no quiere a la madre, está destruida. La mejor manera de contribuir a la construcción de una sociedad sana es gobernar bien la propia casa y que la madre se haga respetar y respete a su familia.

(Feliz Navidad).