Iñaki Zaragüeta
Necesitamos una catarsis
España necesita una catarsis. Durante 30 años, todos hemos mirado hacia otro lado mientras la corrupción, además de generalizarse, se institucionalizaba. Digo todos, porque la sociedad no nos rebelamos contra los protagonistas de esta delincuencia encauzada a través de los partidos políticos, a los que seguimos votando a pesar de que los escándalos han estado a la orden del día desde que inició esta deriva el PSOE, seguida de forma globalizada por el resto de formaciones.
Las conclusiones que ayer hizo públicas el fiscal Anticorrupción de Barcelona imputando a Convergència Democrática de Cataluña una financiación irregular a través del Palau de 6,6 millones de euros procedentes de Ferrovial, desvela un caso más de ese rosario que rodea la vida pública española. Evidentemente, nadie regala ese dineral si no es a cambio de adjudicaciones. ¿Era algo desconocido de CDC y del resto? No. ¿Era grave la acusación de Maragall en sede parlamentaria de que CiU recibía el tres por ciento? Sí. ¿Alguien hizo algo? No.
Con semejante escenario, es inevitable caer en la tentación de meter la mano en la caja por parte de los encargados de recibir y entregar esos caudales de comisiones ilícitas, de tal forma que el 2,5% aumentara al cuatro encareciendo los encargos de la Administración y parte de ellas se utilizara, según el Ministerio Público, «en obras suntuarias en viviendas particulares de Millet, Montull y Gemma Montull mediante facturación mendaz entre 2005 y 2009, a bodas de las hijas de Millet y viajes exóticos a Tailandia, Polinesia, Kenya, Dubai, Maldivas y México, entre otros».
La desgracia es que, por lo general, se descubre al corrupto demasiado tarde. Así es la vida.
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