PNV

Negociaciones con el PNV e independencia

La Razón
La RazónLa Razón

La aprobación de los Presupuestos se ha convertido en la llave para asegurar la continuidad del Gobierno en los próximos meses y blindarse frente a la inestabilidad que se derivaría de una victoria de Sánchez en las primarias socialistas, o de una solución a medias del conflicto interno del PSOE. La necesidad de articular una mayoría para conseguirlo pasa por incorporar al PNV, a C´s y a los canarios, mediante concesiones sustanciales de gasto. Hasta aquí nada nuevo salvo la deriva socialdemócrata de la política económica y de gasto del Gobierno.

Lo preocupante es la dependencia cada vez mayor del PNV cuyo discurso político se aproxima cada día más al de los independentistas catalanes, si bien su estrategia es más pausada y menos sonora ante el estruendo y la provocación diaria de aquéllos.

En la celebración de los 40 años de su salida de la clandestinidad el Presidente del PNV proclamó que su objetivo era una Euskadi libre y el reconocimiento nacional, tratar de igual a igual a España y Francia, y compartir soberanía. Urkullu, recién elegido de nuevo lendakari, pedía una revisión del modelo de Estado y una relación bilateral, pues el término nacionalidad de la CE significa Nación y España es un Estado plurinacional en el que las naciones sin Estado deben participar en Europa, fórmula novedosa e incomprensible. Añadía que el “derecho a decidir” que reclaman, significa el reconocimiento de Euskadi como Nación, garantías efectivas de ello, y capacidad de consulta a los ciudadanos pactada con el Gobierno. Pero en ningún caso sólo autogobierno y desarrollo competencial.

La sintonía con el discurso y los objetivos perseguidos por los independentistas catalanes es clara, si bien ha sido modulada en sus formas por los asesinatos de ETA durante 40 años, y por la reacción del Gobierno al desafío de Ibarretxe, modificando el Código Penal para tipificar como delito con cárcel la convocatoria de referéndums ilegales, derogada posteriormente por Zapatero, del que arrastramos muchos de los lodos que padece España.

Este discurso, aparentemente más moderado, ni lo es, ni es distinto del otro, y lo repiten con claridad cada vez que hablan de la independencia, la soberanía y los objetivos perseguidos. El Portavoz en el Congreso ha condenado la inhabilitación de Homs por el referéndum ilegal, recordando que se opusieron al suplicatorio porque fue aprobado por razones “políticas”.

ETA ha anunciado que va a entregar las armas, intentando escenificar un acuerdo institucional que no ha conseguido nunca de España ni de Francia. Inmediatamente se ha anunciado la posibilidad de acercar los presos a Euskadi, y aunque se han querido desligar, el Gobierno vasco ha reconocido su implicación en el proceso. Lo anunció Urkullu en las declaraciones citadas: “quiero el compromiso del Gobierno en el final ordenado de ETA, que tiene como primer paso el desarme y su disolución, una lectura crítica del pasado, pero también la modificación de la política penitenciaria”. Acabar con ETA, que entregue las armas, se disuelva, pida perdón a las víctimas y las indemnice es un objetivo que no puede estar sujeto a precio alguno. Conseguir el apoyo del PNV para lograrlo y para dar estabilidad presupuestaria al Gobierno es bueno siempre que no repitamos el error ya conocido de que con dinero pueden frenarse los objetivos soberanistas e independentistas, y el pensar que sus declaraciones son sólo una estrategia política para frenar a los partidos que los reclaman abiertamente. El resultado lo tenemos en Cataluña. El Presidente del PP vasco lo ha señalado: “el PNV camina a la independencia a fuego lento”, no nos engañemos y actuemos en consecuencia.