Alfonso Ussía
Ni hablar del peluquín
Lo escribí cuando el homenaje al difunto Chávez, que aún no ha sido enterrado ni como Dios manda ni como Dios deja de mandar. Por ahí se mueve lo que queda del pobre hombre, de un lado a otro y recibiendo la visita de Maradona, con quien tanto quería, como Miguel Hernández y Ramón Sijé en la dedicatoria de la bellísima elegía del primero a su amigo muerto. Escribí que la vida o la integridad física del Príncipe de Asturias no pueden ponerse en riesgo. Después de las llamadas «elecciones democráticas» celebradas en Venezuela, con toda suerte de trampas y coacciones, es de esperar que no envíen al Príncipe a la toma de posesión del Presidente (?) Nicolás Garrulo, que ha estado a punto de declararnos la guerra. Venezuela está en manos de un camionero, y desde aquí expreso mi mayor respeto por todos los camioneros del mundo, y especialmente por los españoles, que siempre se detienen a ayudar a los desamparados en los arcenes de nuestras carreteras. Gracias a ellos he solventado pinchazos y pequeñas averías. No obstante, estimo que la preparación de un camionero para ser el presidente de una nación cualquiera, es tan escasa como la mía. Lo primero que ha hecho Nicolás Garrulo, culminada su trampa, ha sido arremeter contra España y los españoles, en respuesta a unas palabras del ministro de Asuntos Exteriores que no eran ni chicha ni limoná. Es muy capaz el nuevo y probable tramposo Presidente de Venezuela, de ordenar a un caza de la base de La Carlota que derribe el avión en el que viaja el Príncipe o de proceder a su detención en el aeropuerto de Maiquetía, nada más descender de la aeronave oficial. Nicolás Garrulo nos tiene más gato a los españoles que Chávez y el pajarito juntos, y con la euforia de la estafa superada, este tipo es muy peligroso.
Se ha negado al recuento electoral, ha prohibido la manifestación de los que suponen que las papeletas han sido manipuladas, y con anterioridad a su investidura presidencial, nos ha advertido a los españoles que nos puede declarar la guerra. Y lo puede hacer, porque Nicolás Garrulo cuenta con las fragatas de fabricación española que le vendió Bono a Chávez con anterioridad al «¿Por qué no te callas?». El problema es que nuestras fragatas, que son maravillosas, están equipadas con sistemas de alta tecnología, y Bono a Chávez se las vendió vacías de acuerdo a nuestros compromisos internacionales, y si el caudillo Garrulo nos empepina con un misil dirigido a Rota, lo más probable es que el misil vuele en dirección contraria e impacte en Caracas. Llevan tecnología cubana, detalle que le debe preocupar.
Pero a la toma de posesión de un fantoche así, que además es un tramposo, no se puede enviar al Príncipe en representación de España. Mi idea, bastante brillante, no es otra que el representante de España al referido acto se efectúe por sorteo. Así, el ejemplo. «Que vaya Pérez». No se me enfaden los Pérez, porque pueden ser los López, los Martínez y los Fernández. Mi intención se reduce al ejemplo. De tal modo, que si se decide que vaya Pérez, se sortea entre todos los Pérez de España la representación nacional al acto de toma de posesión de Nicolás Garrulo, con opción a renuncia, de tal suerte que si los primeros diecisiete Pérez afortunados no aceptan el nombramiento, será el decimoctavo Pérez nuestro representante, y si este también desiste, se sigue hasta llegar al Pérez disponible. Pero al Príncipe, ni hablar del peluquín.
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