Julián Redondo

No hay milagros

No hay milagros
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El manejo de seis cartuchos de dinamita, que es una parte del arsenal del Real Madrid del centro del campo hacia adelante, requiere pericia porque alguno puede explotar en la cara con el consiguiente efecto multiplicador. Y suele ocurrir que donde hay grietas es más infalible la TNT que las intenciones. Con todo a favor, campo, público efervescente entregado hasta la mala educación, árbitros, clima e historia –salvo por el Maracanazo–, Brasil perdió 1-7 en su Mundial contra Alemania. Ridículo espantoso. Herida lacerante de por vida, como la que abrió Uruguay en el 50. Oprobio.

En la Supercopa, el Atlético descubrió que el fantástico Madrid no era infalible, cuando lo que hoy es desbarajuste entonces simulaba equilibrio. Ya ante el Córdoba dio preocupantes muestras de esa supuesta fragilidad, confirmada al mil por ciento en Anoeta. De San Sebastián salió el equipo con la moral por los suelos y Casillas, señalado, aunque no fue el único culpable de la derrota. El portero recuperó la seguridad y la calma en brazos de la Selección. De regreso a la Liga, numeroso público del Bernabéu, no un grupo aislado, le sentenció cuando Tiago remató el ensayado córner de Koke en el primer palo, donde jamás se tiene que colocar el meta, y donde Modric, Cristiano y Benzema fueron testigos pasivos de la ejecución.

«El dinero tiene, entre otras infinitas virtudes, una calidad detergente. Y múltiples cualidades nutricias» (Rafael Chirbes, «En la orilla»). Ronda el milagro el vil metal, pero no lo consuma, y son múltiples las ocasiones en que se demuestra que el orden, la disciplina, el trabajo y la inversión comedida son remedios más efectivos que los millones y las velas. En cuanto a Casillas, algunas de aquellas paradas que merecían la denominación de prodigio, hoy, por la razón que sea, no las exhibe. En tres partidos de Liga, le han rematado nueve veces y le han hecho media docena de goles. Destripados uno por uno, la conclusión es que hay más reos que el portero.