Alfonso Ussía
No hay que ser Einstein
Para entender de fútbol, eso tan sencilllo, no hay que ser Einstein. He conocido a clamorosos berzotas que saben de fútbol y lo entienden a la perfección. El que haya jugado al fútbol en su juventud sabe de fútbol. Y haber visto más de diez mil partidos, y una buena parte de ellos disputados por los mejores equipos del mundo garantiza la sabiduría futbolera. Sucede que el mundo directivo, técnico y profesional del fútbol ha decidido que los aficionados son tontos, y se equivocan. El fútbol comenzó a deteriorarse con la masiva presencia de los padres de los futbolistas y los representantes sin escrúpulos. Los clubes tragaron con padres y representantes. «Usted se queda con el fenómeno Potolosky, pero me contrata también en compensación al petardo de Aceitunov, al que también represento». En los clubes que tienen –como antaño el Real Madrid–, una estructura deportiva decente y profesional se rechazan las coacciones. En los clubes en los que manda una sola persona –como hogaño en el Real Madrid–, todos los fracasos son posibles. La prensa deportiva es responsable también, y los entrenadores que obedecen al que manda, y los futbolistas que se creen que percibiendo veinte millones de euros tienen los mismos derechos a la diversión que los jóvenes mileuristas, y los grupos de espectadores contratados por su club, y los representantes de los socios designados a dedo para que las Juntas Generales se conviertan en masajes eróticos, y los peluqueros de los jugadores famosos, aunque esto último parezca una frivolidad. Lo decía Di Stéfano de aquel Portillo que se diluyó cuando se dejó el pelo como un urogallo en celo cuando metió un gol en Europa.
–¿Por qué ese pelo si todavía no ha demostrado nada?–.
En el Real Madrid hay una magnífica estructura deportiva en el deporte secundario, el baloncesto, beneficiado por el escaso interés que suscita entre los directivos de palco y pandereta. Porque un directivo de la Junta del Real Madrid influye y pinta en el Real Madrid menos que un albano-kosovar en el Pentágono. Por algo, como dijo el gran adulador Butragueño, el Real Madrid está presidido por un Ser Superior.
Un Ser Superior que, siendo un gran empresario, y a pesar de llevar decenas de miles de partidos de fútbol a sus espaldas, rompe con la norma y no sabe de fútbol. O los ignorantes son los supuestos técnicos. Un ser superior que se deja atemorizar y coaccionar por seres inferiores en la jerarquía y la inteligencia, por futbolistas mimados que tumban entrenadores, y sólo reaccionan cuando sus deseos y chantajes son atendidos. Casillas y Ramos se cepillaron al único entrenador del Real Madrid que puso las cosas en su sitio. Se llamaba Mourinho, era antipático, respondía con altanería a la altanera prensa deportiva y opinaba en las contrataciones.
Cristiano Ronaldo no ha debido hacer público lo que piensa, pero le sobra razón en lo que ha dicho. El Real Madrid –Isco, James, Jesé, Danilo–... es un albergue de mediocridades. Por otra parte, esas pretemporadas en los emiratos, China y Australia son muy interesantes para algunos, pero no para los futbolistas y aficionados del Real Madrid. Escribí cuando el Real Madrid contrató a Isco, que había adquirido a un grandísimo jugador... de fútbol-sala. Que Jesé no tenía sitio. Que James era muy lento, y que los extraordinarios Benzemá, Bale, y Marcelo se lesionaban más de lo debido. El Real Madrid consiguió a Modric, y el artífice fue Mourinho, no la estructura deportiva.
Un entrenador del Real Madrid no está obligado a obedecer al Presidente, ni a alinear a los jugadores por el valor de sus contratos, ni a ser simpático con los que lo ponen a parir. El miedo a la prensa es excesivo en el Ser Superior. Su renovación a Ramos ha sido escandalosa en su fondo y en su forma. Y Cristiano tiene razón. Ahí están los números. Lástima que no lo haya dicho puertas adentro, pero el escándalo no está en sus palabras, sino en la situación del mejor club del siglo XX que, carente de estructura deportiva y abusado por los caprichos, ha perdido su personalidad. Me temo que muchos futbolistas del Real Madrid que se cambian en su vestuario y disfrutan de las noches que Madrid procura, lo son gracias a intereses y comisiones que nada tienen que ver con el fútbol. De lo contrario, no se entendería. Menos bolos chinos, más estructura deportiva, más entrenadores firmes, menos pelotas, más cojones y menos modelitos de peluquería. Y en un par de años, de nuevo la ilusión y el prestigio.
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