Alfonso Ussía

«No te preocupes, mi Cris»

La Razón
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La sentencia del Tribunal Constitucional no ha condenado a Montoro. Se ha limitado a recordarle que es insolidario, incompetente, injusto, chapucero, sectario y desleal en sus funciones. Lo suficiente para que un sosegado intérprete del texto del Alto Tribunal solicite permiso de acceso al despacho de Montoro y con tranquila naturalidad le diga: -Señor ministro, creo que ha llegado el momento de presentar la dimisión-. Es entonces cuando Montoro, el ministro de Hacienda de los millonarios, reaccionaría con la serenidad que le caracteriza. –Bien, creo que el Tribunal Constitucional no ha sido, en efecto, amable con mi persona. Pero no voy a dimitir. Soraya me ha llamado y animado, y al final de la conversación me ha dicho unas palabras que siempre, mientras viva, llevaré en mi memoria: «Mientras yo esté donde estoy, no te preocupes, mi Cris».

Porque Soraya está donde siempre soñó estar. Por encima del Tribunal Constitucional, por encima del presidente del Gobierno y por encima del Rey. Mucho hemos criticado –Soraya incluida– los constantes incumplimientos y desobediencias de los separatistas catalanes al Supremo y al Constitucional. Pero si una sentencia afecta a un sorayito, Soraya reacciona. Ahí hay que concederle el valor y el mérito de salir en defensa de sus subordinados con la rapidez de un látigo. Soraya manda sobre Rajoy, que es cosa sabida y asumida por todos los que aspiran a trepar por las buganvillas del PP. Soraya tiene a los medios de comunicación, impresos o audiovisuales, a su plena disposición, que en algunos casos alcanza las cotas de la obediencia pura. Si la afectada por una sentencia del Tribunal Constitucional se hubiera llamado Dolores Cospedal, ya estaría triturada, expulsada del Gobierno e invitada a desaparecer del mapa político. Pero si el afectado es un sorayito, no hay problema: «Mientras yo esté donde estoy, no te preocupes, mi Cris».

Soraya es intocable. Tiene a los banqueros con los dídimos de corbata, tiene al CNI, tiene a los medios de comunicación de su lado y tiene, siempre por debajo de su nube, a Rajoy y al Partido Popular, donde se siente hacia ella una silenciosa tirria. Y lo es porque no tiene que ser consecuente ni representar un sitio. Soraya podría gobernar con quien le ofreciera una vicepresidencia ejecutiva. Soraya mueve los hilos de la UDEF, de la UCO y todavía no ha conseguido los de la OTAN y la ONU porque no le ha dado tiempo. Soraya no cree en nada que no sea su placer por disfrazar el servicio público en un gozo particular. Y Soraya sabe todo de todos, como lo sabía Alfredo Pérez de Rubalcaba, con una diferencia. Rubalcaba sí creía en sus ideas, creía en su partido político y creía en España. A su manera, pero creía.

Montoro, después del durísimo varapalo del tribunal Constitucional, permanece en el Gobierno por Soraya. De todos los sorayitos es el más leal y obediente. La próxima víctima del PP ya tiene nombre y apellidos. Los políticos que se van con capacidad de volver y ocupar los puestos que ya tiene asignados y consignados Soraya, son muy peligrosos. Y parece que le va a tocar el turno de la humillación a Alberto Ruiz-Gallardón. El CNI, la UDEF y los sorayos están en ello. Me veo a Gallardón en la trena, aunque sólo sea por un día, suficiente descrédito para impedir su retorno, que por otra parte, sería innecesario.

Montoro, apaleado literalmente por el Tribunal Constitucional no tiene la intención de dimitir. «Mientras yo esté donde estoy, no te preocupes, mi Cris». Y Cris está tranquilísimo.