César Vidal

¡No todos somos Montoro!

Pocos lo hubieran pensado, pero el impacto ha sido innegable. Ha bastado que el presidente de Extremadura anunciara una rebaja de impuestos para que el foco de los medios de comunicación se fijara en él e incluso algún miembro del Gobierno se moviera incómodo en la silla. En el fondo, no es para tanto. La rebaja de impuestos de Monago –como toda reducción de la carga fiscal– es un paso en la buena dirección, pero va a tener poco impacto real. Su limitación a las rentas más bajas implica, sustancialmente, que los extremeños verán reducidos sus impuestos en la poco espectacular suma de veinticuatro euros al año y, por supuesto, así no cabe esperar que se vaya a producir un impulso de la inversión. Para alcanzar esa meta, Monago tendría que haber ido en la misma dirección que transitó Esperanza Aguirre hace años y con la misma fuerza. Es obvio que no lo ha hecho. Cabe preguntarse entonces a qué se debe esta medida y la incomodidad de algunas figuras de la Administración con ella. La respuesta es obvia. Monago ha puesto el dedo en la llaga del auténtico talón de Aquiles del presente Gobierno: la percepción de que su política económica no está funcionando y que la culpa fundamental la tiene la más que elevada presión fiscal. Se puede discutir si Montoro no tenía más remedio que subir el IVA de algunas operaciones, pero lo que ya anunciamos hace más de un año algunos es que el incremento de la carga impositiva era tan disparatado que sólo conseguiría reducir la recaudación, provocar la quiebra de empresas y aumentar el número de parados. Así ha sido porque ni Pitágoras ni Laffer, el de la curva, mienten. Los errores siempre se pagan en la vida y la política no es una excepción. El Gobierno tiene que corregir su política fiscal cuanto antes precisamente para evitar que otros logros acaben arrastrados por las magnitudes macroeconómicas.

Por eso la acción de Monago reviste tanto significado porque, fundamentalmente, es un paso no económico sino político. Se trata de un grito que clama a voz en cuello: «No todos somos Montoro. Recuérdelo el votante dentro de pocos meses». Aprendan la lección los candidatos del PP que deseen un escaño en el Parlamento europeo, una plaza en las asambleas regionales o una concejalía. Por encima de todo, deben convencer al electorado, incluso invocando la gloria de su madre, de que ellos no son, ni por aproximación, Montoro ni nada parecido.