Francisco Marhuenda

Nos gusta España

España es la única de las grandes naciones del mundo en la que a estas alturas parece que sea necesario explicar por qué nos gusta. Es absurdo. Me gusta España. Como me gusta Cataluña, la tierra en la que nací, pero también el resto de territorios que conforman esta gran nación. He tenido la oportunidad de recorrerlos, aunque no con la intensidad que me gustaría. Me ha gustado pasear por ciudades y pueblos sin ningún destino concreto observando lo que me rodeaba. Cuando me pierdo prefiero dejarme llevar y descubrir esa extraordinaria riqueza cultural que tiene nuestro país. La primera vez que visité Francia era un niño, allá por los sesenta, me sorprendió el cuidado que los franceses prestaban a su historia y sus monumentos. Lo mismo me sucedió en Gran Bretaña y otros países. En cambio, España vivía instalada en una anomalía que afortunadamente se ha corregido. Nuestro patrimonio colectivo muestra una fuerza e intensidad de las que nos podemos sentir muy orgullosos. No es normal ver los edificios abandonados. Naciones más pequeñas o con menos historia habían sabido proyectarse mejor al mundo. El ser de España son las gentes y los territorios que a lo largo de los siglos han configurado una identidad y una voluntad de vivir juntos desde la diversidad.

No se puede analizar la historia de España desde la mentalidad actual. No lo hace ningún historiador serio y no lo deberíamos hacer nunca. Es una historia tan rica como compleja, con aciertos y fracasos, pero nada que nos haga diferentes al resto del mundo. Hemos sido muchas cosas a lo largo de los siglos. Nos tenemos que sentir muy orgullosos de las raíces cristianas que han configurado nuestra identidad. Ni España ni ninguno de sus territorios se entendería sin la fecunda y decisiva aportación del cristianismo. Durante largo tiempo fuimos el extremo del mundo conocido. Una tierra inhóspita que se acabó convirtiendo en el imperio más grande y poderoso que nunca se había conocido. El momento de mayor fuerza fue con Carlos I y Felipe II, pero con Felipe III todavía se incorporaron nuevos territorios. Comenzó una larga decadencia. Todos los imperios tienen un ciclo de vida. Nacen, crecen y mueren, aunque desde la Edad Moderna siguen como naciones.

No quiero remontarme a la incontrovertible realidad histórica que fue la Hispania de los romanos, el reino visigodo o la lucha común de los reinos cristianos en la Reconquista sino que basta con remontarse a la España moderna surgida de la unión dinástica de Isabel y Fernando. Hemos vivido avatares diversos. Desde la euforia a la depresión pasando por la esperanza, todo ello muy propio de nuestro carácter colectivo. Tras estos siglos hemos construido entre todos un Estado democrático que nos permite vivir en paz. La Constitución de 1978 fue el punto de encuentro de esa diversidad política, social y territorial. Desde entonces hemos vivido un avance extraordinario en todos los terrenos. Nos podemos sentir muy orgullosos. Es lógico que me sienta orgulloso de España. Es un gran país que hacemos entre todos y en el que todos tenemos cabida. Es una tierra de acogida y solidaria que actualmente sufre una grave crisis económica pero que será capaz de salir de ella con fuerza.

La memoria es frágil. No recordamos cuántas veces nos hemos caído, para inmediatamente levantarnos. Nuestros antepasados vivieron momentos terribles, pero siguieron avanzando. La Transición fue una gesta extraordinaria y una lección al mundo de cómo se podía pasar pacíficamente de una dictadura a una democracia. España es compleja territorialmente, una característica de su larga historia, pero también es la expresión de una enorme riqueza cultural cuando no se persigue la separación. Es una de las características que me gustan de España porque la uniformidad siempre me ha parecido algo abominable. La diversidad no está contrapuesta a la unidad. No me gusta el centralismo porque no daría respuesta a la realidad social, cultural y política de España.

Me siento muy orgulloso de ser español. Soy catalán, que es mi forma de ser español, como otros son vascos, murcianos, valencianos, andaluces, canarios, castellanos, gallegos, mallorquines, extremeños, menorquines... Hay tantas formas de ser español que es algo que me gusta mucho. ¿Cómo no vamos a sentirnos orgullosos de lo que hemos hecho en las últimas décadas? Durante muchos siglos sufrimos la falsa e injusta «leyenda negra», sufrimos invasiones, guerras civiles, agresiones de potencias que nos envidaban, el saqueo de especuladores y corruptos, tuvimos buenos y malos políticos. No hay que perder la perspectiva, incluso en estos momentos de crisis económica, social e incluso moral. España es el resultado de unos valores que se han ido moldeando a lo largo del tiempo. Hoy más que nunca tenemos que recuperar ese orgullo colectivo. España no es de nadie sino de todos.

Desde la Transición hasta nuestros días lo urgente ha hecho que olvidáramos lo importante y los árboles no nos han dejado ver el bosque. Nadie se ha preocupado por impulsar un patriotismo sin ideologías como sucede en Francia, Gran Bretaña o Estados Unidos. España es mucho más que la Liga o la Selección, la lotería o una o mil empresas. Es mucho más que un himno o una bandera. Cada cual lo sentirá como quiera, pero a quienes no les gusta es porque no la conocen o no quieren conocerla. Los que prefieren buscar la desunión a la unión. Nada impide que esa unión desde la diversidad acoja los más diversos sentimientos. Nada me impide ser catalán y español. Nunca entenderé por qué alguien tiene que elegir. Me gusta España. Me gusta Cataluña. Me gustan los españoles. Y me gusta, por supuesto, Europa.

Hoy arranca la celebración de los 15 años de LA RAZÓN

Nada mejor para dar comienzo a los actos del año que conducirá a nuestro quince aniversario que decir con fuerza que «nos gusta España». Lo expresamos con orgullo y sin complejos, haciéndonos eco del sentir de la inmensa mayoría de la sociedad española. Desde la convicción de que somos una gran nación que puede salir de la crisis con el esfuerzo colectivo. Con la seguridad de que es un paréntesis en nuestra larga y fructífera historia. LA RAZÓN mantiene incólume una línea de actuación que está basada en principios y valores. Un periodismo alejado del sensacionalismo y la frivolidad, que está anclado en los elementos que caracterizan a la Prensa de calidad. Hoy ofrecemos un periódico renovado, moderno y atractivo.