Julián Cabrera

Nuevos debates, viejas políticas

La Razón
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Ana Pastor y Vicente Vallés no son precisamente eso que se conoce como «bustos parlantes». Son dos periodistas más que fajados en este oficio de contar noticias y con los que he tenido ocasión de compartir años atrás algunas experiencias profesionales a pie de primerísima actualidad, ya saben, de esas que mucho recién llegado llama «batallitas».

Ana y Vicente, Vicente y Ana, tuvieron ocasión de sacar adelante y con nota el primer gran debate electoral a cuatro, sin los corsés de los formatos del pasado y sobre todo no limitándose a agarrar un cronómetro para medir los tiempos y dar paso a plúmbeos bloques, sino haciendo preguntas concretas y directas a los cuatro contendientes, que hubieron de mantener el tipo durante dos largas horas de pie y a «porta Gayola». El espectacular dato de audiencia lo dice todo. Pero las nuevas maneras a la hora de desengrasar y agilizar el debate, rompiendo con precedentes también exitosos en sus formatos del momento como aquel González-Aznar del año 93 o el Solbes-Pizarro de 2008 igualmente en Antena 3, no acaban de corresponderse con unos políticos –y aquí el foco apunta especialmente a los llamados «emergentes»– que se acaban aferrando a las maneras de siempre sacrificando la audacia para no cometer errores, empecinándose casi exclusivamente en colocar a toda costa su mensaje o confundiendo valor y precio a la hora de establecer la comparativa entre los tiempos utilizados y lo que se dice dentro de ellos o como se dice.

El debate de Atresmedia, además de certificar el hilo argumental de campaña a cargo de las cuatro –a priori– grandes formaciones con posibilidades de decidir en el futuro parlamento, vino a demostrar que, en contra de lo que mes tras mes y día tras día nos vienen vendiendo los líderes de las formaciones emergentes, no existen una vieja política y una nueva política por mucho que se empeñen Pablo Iglesias y Albert Rivera en presentarse como los descubridores del fuego o inventores de la rueda.

Ni en este debate ni en otros que se vienen celebrando existe indicio alguno de que los líderes de Ciudadanos y de Podemos estén destacándose precisamente por eso que llaman «nuevas políticas», más allá del devenir de la campaña electoral, lo que viene a demostrar pasados ya seis días desde su arranque es que hablar de viejas políticas frente a políticas nuevas es sencillamente una falacia o, lo que es peor, dar a la inexperiencia y la indocumentación un barniz de modernidad y de regeneración que queda en evidencia, por ejemplo, cuando escuchábamos a Iglesias hablar del referéndum por el estatuto autonómico andaluz como una consulta por el derecho a decidir y además confundiendo su año de celebración.

Ninguno de los cuatro protagonistas –y a pesar del veredicto de unas redes sociales siempre susceptibles de quien sepa agitarlas mejor– puede arrogarse una victoria clara, más bien se buscó no cometer errores que lastrasen el resto de la campaña, evitar que se les cortase la mayonesa para garantizar, como en «master chef», pasar el corte.