Enrique López
Nunca en nombre de Dios
Desde que el viernes la ciudad de París haya vuelto a sufrir el duro golpe del terrorismo fanático e irracional, mucho se ha dicho: muestras de condolencia, solidaridad, rabia contenida, etc. En España estamos especialmente sensibilizados porque además de sufrir el sangriento terrorismo de la banda terrorista ETA, también hemos sido objeto de unos los mayores atentados terroristas de naturaleza yihadista del mundo. Pero es necesario pasar a la acción, y tomas decisiones que en este caso no le corresponden a ningún país en concreto, ni tan siquiera a Francia. En medio el dolor es difícil hacer reflexiones sensatas y racionales, que a veces tiene que ser duras. Lo primero que se debe hacer es no caer en discusiones introducidas por los propios terroristas o las declaraciones del presidente sirio Bashar Hafez al-Asad; estos causalizan el atentado en las acciones militares contra el Estado Islámico, lo cual me recuerda mucho a cuando en España, un oportuno argumento para algunos, defendía que los atentados de Madrid se debían al decisión del Presidente Aznar de colaborar con la coalición militar internacional en Irak. Pronto la realidad se impuso y se demostró que los atentados de Madrid se habían preparado mucho antes, y en esencia fueron repuesta a la ya decidida acción en España contra el terrorismo yihadista, convirtiéndonos en aquel momento en el país que más terroristas había detenido. Intentar darle a estos atentados un sentido más allá de la sinrazón, la barbarie y la maldad humana es un error, y máxime cuando lo hacen en nombre de Dios, algo que además de ser una blasfemia, es una contradicción. Lo único que demuestran estos terroristas es vileza y cobardía, atacando a seres indefensos con una frialdad propia de psicópatas. Pero la realidad es que el mundo musulmán vive sumido en una guerra religiosa similar a la vivida en Europa hace varios siglos entre protestantes y católicos, y ellos la replican entre suníes y chiitas. Esto hace difícil una solución global, de tal suerte que por ejemplo una aniquilación del Estado Islámico no estaría bien vista por el régimen saudí, que temería que Irán acabara dominado a Irak, en definitiva es trata de una lucha por el poder entre unos y otros que sufrimos en el resto del mundo. En cualquier caso ha llegado la hora en la que además de solidaridad y buenismo europeo se tomen decisiones políticas y militares, para lo cual se precisan buenos analistas, muy alejados de las simplezas que se cuentan en las tertulias televisivas. Primero fue Nueva York, luego Madrid, ahora París, luego podrá llegar a Berlín, Roma, etc. Europa debe abandonar una política de apaciguamiento típica de Chamberlain, y comenzar a tomar medidas serias y sobre todo decididas a combatir le fenómeno en su raíz. Días como el viernes en París abren reflexiones, y por ejemplo uno se pregunta por qué se cuestiona una pena como la prisión permanente incluso para este tipo de delitos, o por qué se oponen al control de pasajeros en aviones. El terrorismo actual requiere de audaces y sobre todo de valientes que se pongan hacer lo que hay que hacer.
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