Pactos electorales
O yo, o el caos
Algunos dirigentes, muy próximos al líder de los socialistas, han iniciado su particular escalada de declaraciones sobre la bonanza de un acuerdo entre el PSOE, Podemos y Ciudadanos.
Por otra parte, oficialmente, el Partido Socialista ha comunicado que iniciará una serie de contactos con todas las fuerzas políticas, excepto con Bildu. El mensaje es confuso, porque las mismas voces que se han apresurado a afirmar que el objetivo del diálogo no es llegar a acuerdos filtran a algunos medios de comunicación que el líder socialista «lo va a intentar».
Si a todo esto le sumamos la única frase que ha trascendido del encuentro entre los dos principales responsables políticos, el Sr. Rajoy ha contado que el Sr. Sánchez le dijo en privado ese «después de las vascas ya veremos», el caldo de cultivo que se ha preparado apunta a la idea de qué puede suceder.
El problema es que en este momento del proceso político a los socialistas no les corresponde iniciar acción alguna, la iniciativa debe ser del ganador de las elecciones y de las instituciones responsables de hacer las propuestas formales al Parlamento.
Fue un craso error del PSOE iniciar esa estrategia después de las elecciones del 20-D, como demostraron las urnas seis meses después, pero, además, en esta ocasión hay elementos que lo hacen aún más desaconsejable. La circunstancia no es exactamente un «déjà vu», aunque a primera vista pueda parecerlo.
El PSOE ha perdido cinco escaños con respecto a diciembre y eso significa en clave democrática que, hoy por hoy, los españoles desean ver menos a un presidente socialista que hace medio año.
Por otra parte, si el PP ha logrado un mejor resultado electoral, Podemos se ha estancado y PSOE y Ciudadanos han perdido considerablemente, la legitimidad del Sr. Pedro Sánchez para optar a la Presidencia del Gobierno es, en términos de lógica política, nula.
Hay una tercera diferencia respecto al anterior proceso. Gran parte de la sociedad española empieza a tener la sensación de que se está jugando con ellos y sus familias, con su negocio, con su empleo y con sus condiciones de vida. Nunca en la historia de la democracia española se había visualizado a unos líderes tan perdidos en sus propios intereses. El daño para la política en general va a ser difícilmente reparable.
Pero los árboles no deben impedir ver el bosque. La cúpula socialista dice la verdad tanto cuando hace una declaración diciendo que su objetivo no es la investidura, como cuando filtra que lo van a intentar. En realidad, en su cuaderno de bitácora, intentar un acuerdo de investidura es el instrumento necesario para justificar ante toda España que ha sido imposible cualquier tipo de acuerdo y, por tanto, que no queda más remedio que ir a elecciones de nuevo, muy a pesar de todos.
La fecha elegida para poner en escena toda la estrategia es exactamente después de las elecciones vascas, salvo resultados en las mismas muy imprevistos. Por tanto, todas las piezas encajan como en un puzle.
En lugar de iniciar una ronda de conversaciones con el arco parlamentario español quizá debería haber empezado por un diálogo sincero con los dirigentes territoriales del PSOE, muchos de ellos presidentes de sus comunidades autónomas, con el «background» que eso supone para un partido político. Otros no alcanzaron el gobierno, pero eran la propuesta socialista para ser presidentes.
Al igual que conocemos la opinión del líder del PSC, sería reconfortante que los madrileños supiéramos la opinión del líder de la oposición en el Parlamento de la Comunidad de Madrid. Si su posición es más próxima al diario del grupo Prisa o al Sr. Sánchez. Y puestos a conocer, no sólo la opinión en torno a este tema, sino a cualquier otro de las miles de cosas que afectan a un ciudadano de a pie.
A los niños se les enseña que al hablar no se debe anteponer la primera persona del singular a otras. Se les dicta que cuando se realiza una enumeración, nunca es «yo y Paquita» es «Paquita y yo». Lo malo es que cuando las alternativas son yo y el caos, da igual el orden.
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