Elecciones en Estados Unidos

Obama y el rey Midas

La Razón
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Con otra tragedia humeando y 50 muertos en la chepa Obama le reprochó a Donald Trump su permanente «agitprop». El presidente, elegante como un junco, nunca vocea. Su intensidad late mediante bujías de hielo caliente. Le puede comer la rabia, pero desprecia la oratoria desaforada. Por eso sorprendió tanto su discurso del otro día, cuando respondió a Trump con una cólera que Kevin Liptak y Stephen Collinson, de CNN, sólo recuerdan haberle visto tras la masacre de Sandy Hook, el día en que un loco asesinó a 20 niños de entre 6 y 7 años, a 6 maestros y, de propina, a su propia madre. A lo que iba. Tras la carnicería en la discoteca de Florida Obama estuvo bronco y Trump fue fiel a sí mismo. O sea, coherente con esa forma tan suya de hacer el ridículo. Quiero decir que nada más denunciar los circunloquios de quienes, como Obama y Clinton, evitan hablar de islamistas radicales, Trump se aplicó feliz a liquidarse él solo. Ya me dirán cómo calificamos su obcecación en cerrar las fronteras a los musulmanes y examinar la fe del turista. Cómo ignorar que pretende ciscarse en la Constitución. Qué hacer, en fin, con alguien que aspira a erradicar la anormalidad del terror mediante toda clase de anormalidades terribles. Y así nos luce. Merced a la proverbial incoherencia de Trump, rey del rebuzno, y hay más Trumps sueltos, la mera posibilidad de explicar que el islamismo, tal y como lo profesan cientos de millones, agrede los principios elementales de la democracia, te sitúa a ojos de muchos en el gulag del pensamiento ultra. Un dislate intelectual al que contribuye sobremanera este señor acomplejado y rubio. Obama, con impecable vacile y peligroso cinismo, se preguntó si el hecho de llamar islamistas radicales a, uh, los islamistas radicales, contribuirá a que desaparezcan. Pues mire, al menos contextualiza el lío. Lo que no nombras no existe y en el principio fue el verbo. Sin embargo, para la Casa Blanca, lo de Orlando tiene que ver con el ISIS y no con la religión. Como si fuera posible desligar el yihadismo de la interpretación que sus gorilas hacen de los textos coránicos. Con fatal displicencia pretende Obama que ignoremos las declaraciones del verdugo, el mismo que invoca desde los minaretes de las redes sociales el nombre de Alá. Que sea demasiado fácil comprar armas en EE.UU. facilita la orgía, el subfusil puede adquirirse en el supermercado y aquí nadie cuestiona tus antecedentes penales y/o tu historial psiquiátrico, pero el gatillo, ay, lo accionan unos tipos enemistados con las libertades y la preponderancia de la ley común respecto a las creencias particulares. El problema de Trump es que tras acertar puntualmente va y abdica del raciocinio y consagra el resto de la tarde a hacer el payaso. Si Midas, rey de Frigia, convertía en oro cuanto tocaba, él tiene la habilidad de transformarlo en mierda. Hay que reconocerle el don. Qué tío.