Pedro Narváez
Obelix contra Junqueras
Cataluña reducida a aldea gala. Los impuestos revolucionarios del señor Junqueras harán que los Depardieu catalanes se piensen cómo huir del hombre del saco. Ni Perpignan les vale ya para escapar de la caspa social que se avecina. Los empresarios veían hasta ahora la patita del lobo pero la bestia ha enseñado los dientes con ganas de morder y dejar huella en la carne. No hará falta que se acabe el mundo. Con ideas como éstas ya se suicida él solo en una serie de catastróficas desdichas. En Francia Obelix ha tomado la pócima mágica y ha eructado en la cara de Hollande todo un manifiesto político. Pero allí la idea de Francia no está –como siempre– en peligro mientras que en Cataluña todo vale para enarbolar banderas y hurgar en la pus de los ancestros. A quien se le ocurra discrepar lo tacharán de ruin antipatriota aunque toque los cimientos de la propia Cataluña y del ser de CiU que es su ilustrada burguesía. Junqueras tiene corpulencia para enfrentarse a Obelix, de hecho con unas trencitas y un casco con cuernos pasaría el casting de «Tu cara me suena», pero no estoy seguro de la buena salud del riego cerebral de su partido incluso en estos tiempos en los que los impuestos a los ricos gozan del privilegio de lo políticamente correcto, como si ésa fuera la pócima mágica que los alejará del rescate y la vergüenza. Su carta a los Reyes Magos nos deja carbón para los ricos y nada para los pobres, mas que ese falso sentimiento de solidaridad que si me apuran cada vez se parece más al que lucían las antiguas damas de la caridad como Evita Perón. La nación catalana no habrá concluido hasta que las señoras de ERC lleven estolas de visón.
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