Lucas Haurie
Ola anticatólica
Puede que sea una malhadada casualidad que el ataque vandálico de ayer a una iglesia de Rincón de la Victoria coincida con la ofensiva anticatólica que, bajo el disfraz del laicismo, ha desencadenado toda la izquierda en esta larga precampaña electoral. O, a lo peor, no es casual. Los vándalos destrozaron enseres de culto y dejaron a modo de firma unas pintadas en árabe, en consonancia con un incidente parecido ocurrido hace unas semanas en la misma localidad malagueña, cuando un ciudadano magrebí apedreó una hornacina que contenía la imagen de la Virgen del Carmen y, al ser arrestado, prorrumpió en la universal consigna yihadista: «Allahu Akbar». Nada que haya de ser relacionado con la orden del Estado Islámico a sus «lobos solitarios» de atentar en Europa aunque sea armados con un cúter, sino más bien con la hostilidad hacia la religión mayoritaria de los españoles que alientan de manera harto irresponsable Podemos e IU, como no podía ser de otra manera, pero también sectores relevantes del PSOE, especialmente un Pedro Sánchez empeñado en demostrar que nada es imposible, ni siquiera que la secretaría general de los socialistas cayese más bajo que con Zapatero. Sería un estúpido reduccionismo pensar que todos los musulmanes son iguales (ahí tienen a la ejemplar asociación Isbiliya, una vacuna contra cualquier prejuicio), como pertenece al género subnormal equiparar confesiones o comparar monoteísmos. La laicidad es una pamema y sus paladines, unos errados que pretenden ignorar las raíces del país porque en nuestra esencia colectiva está la Cruz, igual que procedemos del latín o de la filosofía aristotélica. La ingeniería social es tanto o más perniciosa que la negación de la Historia.
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