José María Marco

Opción ganadora

La convocatoria de las elecciones autonómicas catalanas es, como analizaba ayer Toni Bolaño, una victoria para Mas y una derrota para Cataluña. Tres elecciones en cinco años dan la medida de hasta qué punto la política catalana está descentrada, sin rumbo, perdida en obsesiones que interesan sólo a esa parte de la población de Cataluña que ha hecho del nacionalismo una profesión. –¿Y de qué vive usted?, diría un personaje de Pla. –Yo, de la nación, ya sabe... –Pero se vive bien, ¿no?

Pasada la oportunidad que abrió la crisis económica, los políticos nacionalistas deberían comprender que incluso desde su punto de vista la mejor opción es replegar velas y esperar una nueva ocasión. Moisés anduvo cuarenta años en el desierto y los nacionalistas, tan transidos de fe como el pueblo elegido, no deberían tener miedo a otro gran reto... En realidad, es lo que ha empezado a hacer Mas, que sabe que unas elecciones celebradas ahora, plebiscitarias o no, se lo llevan por delante. Apostar por un cambio de situación en septiembre parece un gesto inteligente... si no fuera porque dentro de siete meses tal vez Mas esté echando de menos aquellos días –casi idílicos– de principios de año, cuando su partido controlaba la mayoría de los ayuntamientos y el electorado todavía no había tenido ocasión de pronunciarse entre el populismo nacionalista y el no nacionalista.

Aunque de una forma sesgada, este último punto puede ser una de las claves de los meses que vienen. Es verdad que le dan un poco de oxígeno a Mas, pero también abren una oportunidad a los partidos no nacionalistas, en particular al Partido Popular. Es previsible que para el mes de septiembre, la situación económica haya mejorado. El contraste será aún mayor entre esa realidad y el hastío que suscitará para entonces el eterno retorno de la misma obsesión identitaria. En septiembre, la oportunidad estará del lado de quienes han sabido ayudar a la sociedad española a salir de la crisis (no a hundirla aún más en ella) y, también, del lado de quienes ofrezcan una salida al círculo vicioso del narcisismo de provincias. Es muy posible que la gran novedad de los próximos años se llame España: el contenido que queremos dar a la nación, el sentido que tiene la convivencia entre españoles, las claves de la nacionalidad española. Una oferta clara, razonable, abierta al diálogo y apoyada por lo conseguido en estos años desde el Gobierno central sería una opción ganadora.