José María Marco

Oportunidades andaluzas

La actitud de Susana Díaz en los debates televisados, en particular en el segundo, ha revelado una presidenta autoritaria, incapaz de escuchar a nadie, cerrada al diálogo, próxima a la paranoia. No debería extrañar demasiado en una persona que no conoce nada que no sea el poder político y que está acostumbrada, como el cacique que es –y que es lo único que ha aspirado a ser–, al ordeno y mando sin restricciones. Así que el próximo domingo los electores andaluces tienen dos grandes oportunidades. La primera es rescatar a Andalucía del agujero negro en el que casi treinta años de socialismo la han hundido. La región que por su situación, su clima, su atractivo, pudo haber sido la California europea, está entre las más atrasadas de la Unión. Nada es irremediable, sin embargo, y el próximo domingo podrían empezar a cambiar las cosas. La otra oportunidad es salvar a Susana Díaz de convertirse en protagonista de una novela de realismo mágico.

El realismo mágico es, a grandes rasgos, la traslación literaria de las teorías que sobre el populismo elaboró Ernesto Laclau (fallecido en Sevilla, por cierto) y muy leído por los compañeros politólogos. Muchos de los personajes del género son poderosos perdidos en sus fantasías, convencidos que el mundo en el que viven tiene algo que ver con la realidad. Susana Díaz no se merece un destino tan espantoso.

Por si esto fuera poco, los electores andaluces, y muy en particular los electores tradicionales del centro derecha, aquellos que se suelen abstener en las elecciones autonómicas para luego reaparecer en las generales, tienen otra oportunidad. Es la de adelantarse y decir con claridad que no quieren volver a la situación de antes de 2012, que es donde la Junta de Andalucía presidida por Susana Díaz mantendrá a los andaluces y donde sus correligionarios socialistas nos devolverán a todos, en cuanto puedan. Andalucía se ha convertido en el laboratorio de una crisis perpetua, de la que sus gobernantes dicen que no hay más salida que aplicar las mismas políticas de intervencionismo, fomento de la dependencia y clientelismo que se llevan aplicando treinta años. Decir «no» a esa situación es bien sencillo.

Y aunque no prejuzgue el sentido de las siguientes elecciones, permitirá hacer comprender a quienes promueven las reformas y a quienes quieren detenerlas y devolvernos a la situación anterior, cuál es la línea que apoyan los electores. En este sentido, más que la oportunidad, la responsabilidad de los andaluces es muy grande.