Manuel Coma

Oriente Medio hoy

La Razón
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El Oriente Medio hoy: cuatro guerras –la de Siria ha echado de sus casas a más de la mitad de la población– con posibilidades de extenderse y aumentar su número. Al menos otros tantos estados en vías avanzadas de fragmentación; Líbano y Jordania en peligro de sucumbir bajo el peso de los refugiados; fronteras trazadas hace un siglo, como la que delimitaba a Siria e Irak, que desaparecen; el líder histórico de la región, Egipto, inoperativo porque al Nilo ya no le quedan dones con que alimentar a ochenta y tantos millones; las petromonarquías dejando caer el precio del petróleo por debajo del nivel de superávit o al menos de equilibrio en sus presupuestos, lo que hacen saturando el mercado con su elevada producción, para noquear a su nuevo competidor americano, tratando, sin conseguirlo, de socavar la rentabilidad del «fracking», logrando con ello, únicamente, estimular nuevos avances técnicos que mantienen vivo el negocio, y buscando, también, segarle la hierba en los pies a su enemigo Irán y al amigo de su enemigo, Rusia.

En ese complejo panorama en el que se entrecruzan dos líneas principales de tensión: árabes suníes contra persas y chiítas, por un lado, y suníes tradicionales contra el ultraviolento e imperialista Estado Islámico, por el otro, ha venido a impactar el acuerdo nuclear con Irán, cuyo proceso de elaboración lleva conmocionando al Oriente Medio desde que se planteó la posibilidad, propiciando amagos de inversiones de alianzas. Percibido el acuerdo como una amenaza que puede llegar a ser existencial, producto de un distanciamiento de Washington que podría llegar a ser traición a sus aliados: Arabia Saudí, encabezando a los sunitas «moderados», e Israel, éstos viejos enemigos han ido superando gradualmente su hostilidad ante el sentimiento común de creciente desamparo y la identidad de las amenazas. Para los árabes la más inmediata es la de los yihadistas, para el estado judío la prioridad es un posible Irán nuclear que el acuerdo no sólo no imposibilita sino que lo hace más probable a la vuelta de unos cuantos años, mientras Irán se fortalece con el levantamiento de sanciones y la ruptura de su aislamiento internacional. No se trata solamente de la posesión del arma suprema, sino de un incremento de la amenaza convencional con el respaldo del arma definitiva que garantice una disuasión eficaz frente a cualquier intento contra el régimen de los ayatolas.

Así las cosas, la firma del acuerdo ha sacado a la superficie los hasta ahora contactos secretos. Ya no hay insultos y acusaciones, sino voluntad de un entendimiento reconocido como difícil. De Arabia llega el recordatorio de la propuesta en el 2002 de una Iniciativa Árabe de Paz para Palestina. Contiene algunos temas tabúes para Jerusalén, ante todo el derecho de retorno de los que se fueron en el 48, es decir, de sus mucho más numerosos descendientes, lo que anegaría el carácter judío del estado. Pero se puede hablar. Simultáneamente salta a la palestra una gestión de Tony Blair, que conduciría a un alto el fuego permanente entre Israel y Hamas, la organización radical que gobierna en Gaza. Nadie sabe en qué puede quedar todo esto, pero algo se mueve y cualquier acuerdo con los árabes en general tiene que suponer alguna satisfacción para los palestinos.

En otra punta, no muy lejana del Oriente Medio, igualmente limítrofe con Siria, crisol donde se funden todos los conflictos de la zona y entran en erupción, también surgen cambios en otro peso pesado, marginal pero no ajeno a la región, Turquía. El sueño de «cero problemas con los vecinos» se ha disipado, lo mismo que las veladas ambiciones a un liderazgo sobre los que en otro tiempo fueron súbditos otomanos. Ankara se había implicado muy poco en el problema sirio, al margen de acoger a más de un millón de refugiados. Érdogan no ha querido ir más lejos mientras la América de Obama mantenga su tibio posicionamiento. El objetivo del presidente turco ha sido en todo momento crear del lado sirio una zona segura, vetada a Damasco, en donde concentrar a los refugiados. Nunca ha contado con el apoyo americano. Eso iba mucho más allá de hasta donde estaba dispuesto a llegar Obama. La prioridad que éste le concede a la lucha contra el Estado Islámico le ha dado un giro a la posición turca, que hasta ahora había mantenido una política más que ambigua con esa forma extrema de yihadismo. Su solapada tolerancia empezaba a pasarle factura en el interior. Ahora está fraguando, lentamente, un acuerdo con los americanos que ya funciona antes de concluirse: dar acceso a la aviación yanqui a las bases aéreas turcas próximas a la frontera siria, para atacar objetivos del Estado Islámico desde posiciones mucho más cercanas. Concesiones americanas en cuanto a la «zona de seguridad» sustraída a la soberanía de Damasco, sigue sin haberlas. La participación turca en esos ataques está siendo mínima. Por el contrario, el conflicto con los kurdos se ha reavivado. ¿Están los americanos traicionando a sus más leales amigos en el Oriente Medio, que hasta ahora han constituido su mejor infantería contra los fanáticos de Califato? Eso parece o eso puede ser. Los kurdos volverían a ser los grandes perdedores en el maremágnum del Oriente Medio.