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La Razón
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Con Carlos Osoro y los 16 cardenales nombrados por Francisco este fin de semana el que antes era llamado «sacro colegio» lo componen 228 cardenales de los que sólo 120 son electores. Y estos representan a cincuenta y ocho países de los cinco continentes.

Hace un siglo, en el año 1916 reinando Benedicto XV, el colegio cardenalicio lo componían sesenta cardenales, de los cuales cuarenta eran italianos; el tercio restante se lo dividían algunas naciones europeas; España contaba con cinco purpurados: los arzobispos de Santiago de Compostela, Toledo, Sevilla y Valladolid además del Cardenal Rafael Merry del Val que había sido Secretario de Estado.

Cuando en 1958 murió Pio XII eran cincuenta y ocho cardenales, diecisiete italianos y treinta y siete que representaban a las grandes diócesis del mundo. Juan XXIII, en su breve pontificado, nombró 57 nuevos purpurados, entre ellos al que sería su sucesor Giovanni Battista Montini elegido por 82 cardenales de treinta y un países.

Pablo VI introdujo grandes cambios en el colegio cardenalicio: decidió que los cardenales que hubiesen cumplido ochenta años no podrían participar en el cónclave y que el número de electores no debía superar los 120. Es más, en un momento dado pensó que además de los cardenales fuesen electores del Papa los miembros de la Secretaría General del Sínodo pero, presionado por la curia romana, al final renunció a dicho proyecto.

Más que el número de electores, lo que cuenta es sobre todo su representatividad; de la geográfica se ha ocupado de forma muy especial el actual Pontífice; en este último consistorio siete naciones que nunca habían estado presentes en el colegio de los cardenales ahora lo están: República Centroafricana, Bangladesh, Isla Mauricio, Papúa-Nueva Guinea, Lesoto, Malasia y Albania. Otro aspecto destacable es que la mayoría de los electores sean presidentes de las respectivas Conferencias Episcopales.

El de la española Ricardo Blázquez fue hecho cardenal por Bergoglio en el 2015 y Carlos Osoro es el actual vicepresidente con posibilidades de suceder al frente de la CEE al arzobispo de Valladolid con el que mantiene excelentes relaciones y al que cubre de elogios por su labor al frente del episcopado siempre que se le presenta la ocasión.