PSOE
Pablo, Susana, Iñigo, Pedrro...siempre Mariano
Si hay algo donde el tiempo pone las cosas en su sitio, eso es la política, pero antes suele sucederse un nada despreciable elenco de aciertos más o menos planificados y de errores a veces de bulto. En tan sólo un año, el transcurrido desde que renunciara a una imposible investidura «pasando la presión» a Sánchez he escuchado menospreciar la capacidad estratégica de Rajoy a propósito de su desesperante tendencia a «hacerse el muerto» a los mismos que después venían a resaltar su magistral capacidad para «reblandecer» a los adversarios en pos de esa investidura que acabó cayendo como fruta madura. No me cabe ninguna duda de que las cosas no habrían derivado a la situación actual si el perfil del líder del PP hubiera sido otro, de igual manera que con otros referentes en la izquierda los derroteros habrían sido probablemente muy distintos en nuestro devenir político.
Suele ocurrir que un punto de inflexion producto de cálculos erróneos deriva en una sucesión de dislates hasta el desastre final, y ese punto tuvo mucho que ver con aquella comparecencia lejana no tanto en el tiempo como por lo mucho sucedido despues a cargo de un Pablo Iglesias que convencido de lo inevitable del «sorpasso» optó por dinamitar cualquier posibilidad de gobierno de «progreso» escenificando toda una humillación al PSOE y a su líder –«para Sánchez ser presidente es una sonrisa del destino»– aquella mañana del 22 de enero.
Hoy el PP hace cálculos de gobierno pero no aparta la mirada de esas otras cuentas que le brindan las encuestas. Rajoy gestiona su condición de incontestable, sucediéndose a sí mismo y ya preparando esa agenda internacional que tanto cautivaba a sus antecesores en la Moncloa cuando se sentían seguros en el patio doméstico, y por si fuera poco tiene la capacidad de mediar indirectamente en la pugna por la supremacía de la izquierda entre Podemos y socialistas precisamente a cuenta del control sobre la respiración asistida de estos últimos. La crisis de gobierno en Canarias en la que los populares pueden colocar en la presidencia a un socialista es el más reciente e indicativo episodio. PSOE y Podemos se contemplan mutuamente confiados en rentabilizar la descarnada crisis interna del de enfrente, pero la realidad de su día a día lo que brinda es la incógnita a propósito de a quién le acabarán saltando más las costuras. Errejon e Iglesias ya lucen las navajas en la plaza pública de las redes sociales y «Vistalegre 2» huele a akelarre. Susana Díaz sigue sin ver suficiente agua en la piscina de la Secretaría General socialista, a Sánchez se le escapan los adeptos entre estaciones de servicio –a este paso no le van a quedar ni los «maquis» de su postguerra– y para colmo ni parece estar ni se espera a un tercer tapado. A ver si va a resultar que 2017 nos trae, fruto de alguna tentación, otra consulta al electorado no precisamente demoscópica por aquello de «dar forma» al nuevo panorama. Al fin y al cabo, siempre quedará Mariano.
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