Carlos Rodríguez Braun
Palabra de Amando
El libro «Hablando pronto y mal» (Espasa) es la última perla de Amando de Miguel, ese erudito que jamás ha pretendido serlo. Los títulos de los capítulos son jugosos: la lengua es lo único gratis; las palabras las carga el Diablo; la facundia hispana; los ringorrangos del lenguaje; analfabetos funcionales pero locuaces. Y jugosos son sus neologismos: demotizator, el que acerca las cosas al pueblo, y las jergas «politiqués» y «tertulianés». Nos invade la economía de mercado, dicen, pero los políticos son un mercado exclusivamente local: el autor subraya que se «importan», por así decir, toda clase de personas, desde las más modestas hasta las más encumbradas y acaudaladas, pero «prácticamente todos los políticos son autóctonos». Conozco excepciones: el chileno Mauricio Rojas fue diputado en Suecia, y el gobernador del Banco de Inglaterra es el canadiense Mark Carney. Hablando de excepciones, es muy progresista hablar de «todos y todas», pero nunca se habla de parados y paradas, empresarios y empresarias, especuladores y especuladoras, banqueros y banqueras, etc. Lo único que no me ha gustado es la identificación entre ingeniería financiera y hurto o estafa. Pero he disfrutado mucho con el libro y sus análisis de los tópicos políticos, como el clásico «bajaré los impuestos siempre que haya margen para ello». Ejemplo de la certera ironía de Amando de Miguel: cuando hablamos de «los países de nuestro entorno» ¡nunca nos referimos a Portugal, Marruecos o Argelia!
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