Alfonso Merlos

Palabrasy hechos

Obras son amores y no buenas razones. Y en el caso del Gobierno de Rajoy en relación a Gibraltar no sólo hay un discurso estratégico, táctico y operativo perfectamente definido y planteado. Hay realidades, hechos. Y la decisión de mantener al aeropuerto de Gibraltar fuera del cielo único europeo es una victoria. Justa. Porque se ha tenido que pelear y porque los ejecutivos de Madrid y Londres tendrán que seguir negociando «as usual». Pero es un triunfo.

No sólo de las posiciones en materia de política exterior del PP sobre este contencioso sino del imperio de la legislación comunitaria. El Derecho Internacional Público establece lo que establece. Esto es: que la Roca, lejos de caminar hacia un proceso de integración en las instituciones de las que nos hemos dotado y en los engranajes que hemos diseñado en el viejo continente, debe descolonizarse. Punto. A partir de ahí, uno puede entender las pataletas de Reino Unido para alcanzar lo inalcanzable. Pero uno debe esencialmente valorar los postulados mantenidos por los poderes de una nación, la nuestra, que no puede renunciar a lo irrenunciable: como ha señalado con tino la ministra Pastor, «nuestra soberanía e integridad territorial».

Es verdad que la pista del Peñón es estratégica, y que si aquello no fuese una ratonera fiscal lo sería infinitamente menos. Pero nuestros dirigentes han estado a lo que había: plantear el tema como una cuestión de Estado, en la que no se dirimen intereses secundarios o periféricos sino vitales. Le duela a quien le duela, que en este caso es a quienes rivalizan con nuestros derechos e ignoran deliberadamente la Historia. Hace ya más de dos años alguien dijo: «Esta broma se ha terminado». Era el jefe de nuestra diplomacia. Es. Pues eso.