Julián Redondo

Palas y azadones

La Liga de Fútbol Profesional, y en su nombre Javier Tebas, ha cogido el rábano por las hojas decidida a no dejar tramposo con cabeza ni incitador a la violencia sin sanción. Ha destapado el bote sifónico de Osasuna con la intención de poner a la sombra a los responsables del desfalco por las famosas cuentas del Gran Capitán: «Entre picos, palas y azadones... 3,7 millones». O sea, la compra de partidos y la fuga de capitales, lo que viene a ser un robo. Persigue la LFP la doble contabilidad del Elche y esclarecer amaños como el Levante-Zaragoza. La consigna es transformar el fútbol en un negocio serio y desalojar de las gradas y del entorno a los violentos y a cuantos atentan contra la limpieza de este deporte. Se ha generado cierta alarma, y no precisamente social, cuando Tebas afirmó en el congreso de la AEPD (Asociación Española de la Prensa Deportiva) que si un periodista, desde el púlpito que fuera, incitaba a la violencia, lo denunciaría a la comisión correspondiente. Añade un ejemplo: si un bloguero, que puede que ni siquiera sea periodista, convoca a la afición para hostigar a los directivos de un club, pongamos que en la puerta 55 del estadio, llevará al autor a la mesa de Antiviolencia. Y aunque la Copa del Rey no es de su competencia, denunciará los silbidos al himno español, que, con toda seguridad, se escucharán en la final entre el Athletic y el Barça. El papel de justiciero no le pega a Tebas, ni siquiera el de censor, que los hay peores y ocultos tras el teléfono, pero es tal su interés por echar del fútbol a los violentos y a los ultras que se parece a Charles Bronson.