Alfonso Ussía

Paletada

A mí, este lío de la «Chupinera» de las fiestas de Bilbao se me antoja más una paletada que un insulto, que también lo es. No lo conozco, pero estoy seguro de que el Alcalde de Bilbao, Iñaki Azkuna, no ha actuado con mala fe. Tengo amigos comunes y siempre me han hablado de un nacionalista moderado, conciliador y que se comporta siempre como un vasco antiguo, es decir, con hondo señorío. Puede tratarse de un error o de un pacto mal medido y desacertado, pero no es noticia para tanto papel utilizado. A mí, personalmente, con todo el respeto y cariño que siento por Bilbao y los bilbaínos, lo de la «Chupinera» me la refanfinfla, igual que si la Reina de los Juegos Florales de Játiva –en el caso de que existan–, es lista, tonta, guapa, fea, flaca, gorda, hija de un honesto empresario o sobrina de un narcotraficante. He criticado anteriormente la excesiva importancia que le han concedido los medios de comunicación y redes sociales a este lamentable y pobre asunto, y caigo en meridiana contradicción. Estoy escribiendo de ello, pero sin aspereza, tranquilamente, ajeno al pasado turbio de la «Chupinera» y completamente seguro de que su desagradable imagen no va a quebrantar mi presente ni mi futuro. La «Chupinera» de las Fiestas de Bilbao, de su Semana Grande, no es otra cosa que la que suelta el chupinazo, y para mí es honor tan efímero como absurdo. «¡Puuum!» y ya está. Y el año que viene otra «Chupinera» que hará «¡Puuum!» y se acabó. Concederle una excesiva importancia a la que chupinea es obsesión excesivamente local y limitada. Lo preocupante y feo de esta mujer es su vida. Y también sus declaradas y nada escondidas simpatías por una banda de terroristas. Pero la culpa de que haya sido designada «Chupinera» de la «Aste Nagusia» no hay que achacársela exclusivamente al Alcalde de Bilbao, que gobierna con otros partidos políticos, Bildu incluído. La culpa la tienen los seis magistrados del Tribunal Constitucional que, obedeciendo al Gobierno socialista de Zapatero y Rubalcaba, autorizaron que una cloaca política formara parte de las instutuciones democráticas para defender las teorías y las prácticas de la ETA. Desde ese momento, Bildu tiene voz y voto en las instituciones, gobierna municipios –el de San Sebastián, entre otros–, y sólo una anulación de la sentencia del Constitucional sostenida por los incumplimientos de los etarras elegidos, puede ilegalizar lo que siempre fue ilegalizable, aunque se legalizara. No veo en el Partido Popular vocación de recurso, de ahí que su energía por una «Chupinera» más o una «Chupinera» menos se me antoje un desgaste innecesario.

¿Insulto y desprecio a las Víctimas del Terrorismo? Con toda seguridad. Pero ante todo, descortesía y falta de educación. Bastante han sufrido y padecido los familiares y víctimas del terrorismo etarra para que concedan importancia a una «Chupinera», que es la falta de importancia por definición. La defensa por la dignidad y el honor de las víctimas del terrorismo demanda otros fundamentos y otras energías. Por ejemplo, en la obligación que tienen los asesinos liberados de obedecer a la Audiencia Nacional. La obligación que tienen nuestros políticos de ordenar tajantemente a las Fuerzas de Seguridad del Estado la busca y captura de los etarras fugados que viven como popes en lugares por muchos conocidos. La obligación que tiene el ministerio de Asuntos Exteriores para coordinarse con los de Interior y Justicia y solicitar las inmediatas extradiciones de De Juana Chaos y «Ternera», por poner dos ejemplos significativos. Pero perder las fuerzas por una puñetera «Chupinera», por mal bicho que sea, no concuerda con la alta política, sino con las bajuras impostoras de la mera apariencia.

Tengo la suerte de contar, entre mis mejores amigos, a muchos vizcaínos. A ninguno le importa un pito quién es la «Chupinera» de Bilbao, quiénes lo fueron y quiénes lo serán. Es como vivir pendiente de la ganadora de una fiesta de disfraces o de un concurso de tortilla de patatas. Una paletada sin recurso de apelación. Pero nuestro Agosto, el de España, está plagado de chupineras, reinas de las fiestas, damas de honor, pregoneros y otras gaitas que no van más allá de los límites de la aldea. Si la nena quiere chupinear, que lo haga. Y si es sustituida, mejor, pero no creo que la sustituta sea para tirar cohetes, que de eso se trata precisamente.