Enrique Miguel Rodríguez

Patadas en las espinillas

El Ayuntamiento mantiene una lucha para evitar que nuestra principal industria, el turismo, no decaiga en momentos muy difíciles. Gregorio Serrano, responsable del mismo, viajó a NY con empresarios para promocionar Sevilla, en la todavía capital del mundo. Cuando alguien quiere que el toro pille a un responsable, la cogida siempre es grave. Porque, en un ejercicio de puro sofismo, lo que ayer era rojo, hoy se flambea para que sea negro. Consideramos la mayoría que hay que mostrar la historia, los monumentos, la gastronomía, la cultura, la forma de vivir, sus tradiciones. Pero, de pronto, sale la vena progre de algunos y opinan que el desfile de moda flamenca que se ofreció es caer en el tópico, en lo rancio. Hay que volver a decir que un traje de flamenca es, en cualquier lugar del mundo, una imagen de Andalucía y de España. Cosa que no ocurre con los otros trajes regionales del Estado. Eso es lo que «jode» a muchísimos habitantes de otras autonomías. Entonces no pocos andaluces caemos en la trampa saducea y les damos la razón. En NY precisamente se celebró hace dos meses el desfile de Victoria Sicret, uno de los más modernos, atrevidos y famosos a escala mundial, y estaba inspirado en la moda andaluza. Igualmente, y en la misma ciudad en temporadas anteriores, hicieron lo mismo Carolina Herrera y Oscar de la Renta. En París todos los grandes diseñadores han recreado lo andaluz en sus colecciones. Recuerdo a la Princesa Beatriz de Orleans, entonces directora de Dior, aplaudir puesta en pie y emocionada, a Laura Sánchez desfilando con una bata de cola, en el Salón de la Moda Flamenca. Otro recordatorio. NY es una de las grandes capitales del mundo donde el flamenco de toda la vida tiene mejor acogida. Allí se hicieron grandes artistas La Argentinita, Pilar López, Sabicas, Carmen Amaya, el genial Antonio y su compañera Rosario. Antonio Gades se convirtió en estrella actuando 6 meses en el pabellón de la feria universal de la ciudad, y así sigue el desfile de los grandes del cante, el baile y la guitarra. Por cierto, estos artistas no suelen salir al escenario vestidos de lagarteranos, ni tan siquiera de catalanes. Lo absurdo es que para no resultar rancios hubiésemos llevado como estandarte la Torre Pelli.