Marta Robles

Patita de jamón

Patita de jamón
Patita de jamónlarazon

Nada más español que el jamón. Al menos nada en lo que coincidan tanto todos los españoles, vascos y catalanes incluidos. Porque si estos últimos lo toman con su pan «amb tumaca» y según las estadísticas lo prefieren a la hora del desayuno, como los andaluces y los extremeños, los vascos, como los cántabros, no lo perdonan a la hora de comer y el resto no nos resistimos a él a la hora del aperitivo. Dado el consenso indiscutible respecto a tan apreciado producto del cerdo, creo que habría que juntar al jamón con la Selección española, para conseguir fortalecer el sentimiento patrio. La consideración del jamón hace que tenga museos a los que canta la hermana del mismísimo Pete Doherty, películas que llevan su nombre duplicado en el título de las que salen actores oscarizados («Jamón, jamón») o incluso capacidad para convertirse en adjetivo y señalar lo buenísimo que está algo o alguien (está jamón). Vista la importancia del embutido rey de nuestra geografía y sabiendo que hasta los chinos –y no es broma– están tratando de reproducirlo, nada como un ministro jamonero (dicho sea en el mejor sentido de la palabra),que abogue por etiquetar los jamones como corresponde, para que se sepa de dónde procede tan riquísimo manjar y cuál es su grado de calidad, debida siempre a la pureza racial y a la alimentación del gorrino. La norma de calidad, propuesta por Arias Cañete y aprobada por el Consejo de Ministros, ha satisfecho incluso a los agricultores de Asaja. Y ponerlos de acuerdo a todos resulta tan mágico que parece que ha mediado una varita. Pero no ha habido varita, sino «patita», concretamente de jamón.