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Paz y desarme

La Razón
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El 11 de abril de 1963 Juan XXIII publicó la «Pacem in Terris» su última encíclica, una especie de testamento espiritual entregado al mundo dos meses antes de su muerte el 3 de junio del mismo año. El documento fue acogido por todos los líderes políticos y religiosos con enormes elogios y un extraordinario consenso. Pocos meses después recibió el premio de la Fundación Balzán como reconocimiento universal a sus constantes esfuerzos en favor de la paz mundial. Entre los múltiples argumentos tocados en su encíclica por «il Papa buono» figuran el del desarme y el del necesario diálogo entre regímenes políticos a fin de preservar la paz en el planeta. La credibilidad de Roncalli era muy alta porque es sabido que su influencia fue decisiva para desactivar el conflicto nuclear entre la Unión Soviética y los Estados Unidos a raíz del descubrimiento de las bases rusas instaladas en la isla de Cuba. Desgraciadamente su llamamiento a un desarme eficaz entre las grandes potencias, sobre todo entre las que disponían entonces de un arsenal atómico, no obtuvo los objetivos deseados. Hoy nos encontramos , de hecho, con una multiplicación de bombas atómicas y de hidrógeno en manos de regímenes como el de Corea del Norte e Irán. En su línea de perfecta continuidad con sus predecesores, Francisco ha convocado en el Vaticano un congreso mundial los días 10 y 11 de noviembre sobre el tema «Perspectivas para un mundo libre de las armas nucleares y por un desarme integral». A él han prometido su asistencia cinco premios Nobel de la Paz y diversas personalidades de las Naciones Unidas. Lo abrirán el Secretario de Estado Cardenal Pietro Parolin y el Cardenal Turkson Prefecto del Dicasterio para el Desarrollo Humano Integral. El Papa les recibirá en audiencia el viernes 10 y pronunciará un discurso al que ya se le da una importancia extraordinaria. El sábado tendrá lugar un homenaje de Juan XXIII. El desarme universal es una constante aspiración de la diplomacia de la Santa Sede convencida de que la acumulación de arsenales no elimina las causas de las guerras sino que las agrava e impide que los ingentes recursos dedicados a la compra de armamentos bloquea la ayuda a los países subdesarrollados.