Fútbol

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Penaltis en Mestalla

La Razón
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Cualquier chispa provoca un incendio en los partidos entre el Valencia y el Real Madrid desde que en 1996 Lorenzo Sanz, por el artículo 1.006 –la cláusula–, cazó a Mijatovic. Ofensa nunca perdonada y siempre presente. Y por enésima vez el fuego prendió. Cantaba Mestalla el himno del Sporting de Gijón –«Así, así gana el Madrid»– después de que Cristiano Ronaldo transformara el segundo penalti (0-2). Montoya cometió el primero, al atropellarle, y el segundo, otro atropello, pero a Benzema. El francés se disponía a rematar cuando el lateral valencianista le empujó por detrás sin posibilidad alguna de llegar al balón. El primero fue nítido y el segundo, inicialmente sorprendente y riguroso, reglamentario. Nada que objetar a Estrada Fernández. El único culpable, el zaguero.

Cuatro minutos después del segundo abordaje de Montoya, Casemiro alzó los brazos angelicalmente e hinchó el pecho mientras provocaba con un cruce nada inofensivo la caída de Parejo en el área. En aras de la pulcritud y el rigor, otro penalti, el tercero, que el árbitro no apreció. Así que subió la temperatura en el graderío; cualquier acción generaba un conflicto y el descanso avivó la pira valencianista con ánimo de achicharrar al Madrid.

Perdía el Valencia por los errores de su lateral y por la falta de precisión e ideas en de centrocampistas y delanteros. El Madrid salía de la depresión como podía, con más orgullo que fútbol, pero quedaba el segundo tiempo, tantos partidos su cruz. Y marcó Mina en un córner para constatar la maldición blanca. Crecía el derrotado y Zidane optó por retirar a Bale. ¿Presiente que se va a lesionar? Discutible decisión. Optó por el trabajo de Lucas; luego quitó a Benzema, que se enfadó, entró Asensio y facilitó el tercer tanto a Marcelo y Kroos rubricó el 1-4. Prueba superada.